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“No hay primera sin segunda”, y si Velasco dijo “la tierra para quien la trabaja”, dando el primer paso, ahora, desde el Cusco milenario, 52 años después iniciamos el camino hacia la segunda Reforma Agraria para poner el Estado al servicio de la agricultura familiar y campesina, es decir, la que nos alimenta cotidianamente.

Industrializar el agro nacional y elevar la productividad, impedir la competencia desleal de alimentos importados mejorando la franja de precios para proteger el agro nacional; ampliar el mercado en todo nuestro país con compras públicas de alimentos directamente a los productores por un monto casi S/. 2 mil millones de soles durante los próximos 3 años; los proyectos de riego, siembra y cosecha de agua; programas de crédito para la agricultura familiar; repoblamiento ganadero; conectividad y electrificación del sector rural; y planta de producción de fertilizantes propios con los fosfatos de Bayóvar.

La promoción de la asociatividad y el cooperativismo; el rol protagónico de las comunidades campesinas y nativas; y la participación de profesionales y estudiantes para la capacitación y asistencia técnica como parte de un Programa de servicio civil agrario en coordinación con las universidades y gobiernos regionales y locales, constituyen iniciativas de gran significación.

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Asimismo, conformar el Gabinete de desarrollo agrario y rural interactuando con los gobiernos subnacionales y los distintos gremios representativos de la población del campo, la Banca de fomento agrario y el apoyo crediticio al FAE-Agro constituyen espacios fundamentales para la gestión y el financiamiento, a fin de que los programas respondan a políticas públicas sostenibles y no simplemente coyunturales.

El Fondo de la mujer rural será otro pilar para la ejecución de la segunda Reforma Agraria, dado que esta también tendrá rostro de mujer, a fin de superar la falta de equidad, tal como afirmó el jefe de Estado en Sacsayhuamán. Uno de los desafíos es hacer de la segunda Reforma Agraria una real revolución productiva en el campo, sin expropiaciones, con innovación tecnológica y rescatando la creatividad que tiene raíces en nuestra historia milenaria, sobre todo andina y amazónica. En este proceso corresponde al Estado el liderazgo, articulando esfuerzos con los hombres y mujeres de las zonas rurales y concertando voluntades con los empresarios agrícolas.

La segunda Reforma Agraria es inclusión y no expropiación; construcción democrática y no imposición; y forma parte del proyecto nacional de desarrollo que se está poniendo en marcha con el papel protagónico de los olvidados de siempre, sin ningún tipo de revanchismo sino con espíritu de integración nacional. La segunda Reforma Agraria no será una anécdota, hará historia.

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