Estamos a 47 días de las elecciones generales y los resultados que arrojan las últimas encuestas no deben ser nada alentadoras para los candidatos presidenciales, porque ninguno pasa del dígito en intención de voto. Es increíble que a estas alturas del partido el que encabeza los sondeos apenas llega al 8.9 por ciento, mientras que quienes votarán en blanco o viciado bordean el 19 por ciento y los que aún no se deciden son el 30 por ciento.
¿Tiene alguna respuesta lógica el comportamiento de los electores cuando apenas falta mes y medio para la elección del nuevo presidente de la República?
Si vemos el universo electoral, ningún candidato ha captado aún la simpatía de la mitad de los electores. ¿El desinterés de la población tiene que ver con los reiterados casos de corrupción que involucra a los últimos expresidentes de la República que gobernaron en las últimas décadas, todos ellos comprometidos con la justicia? ¿O es acaso el último escándalo ‘Vacunagate’ en el que el expresidente Martín Vizcarra, las exministras Pilar Mazzetti y Elizabeth Astete, y otros altos funcionarios que se vacunaron a escondidas, traicionando al país en plena emergencia sanitaria mientras miles de peruanos mueren a diario por el Covid-19?
Sin duda, un tema para el análisis, pero que pone en aprietos a los candidatos que participan en el actual proceso electoral, que tendrán que replantear sus estrategias de campaña para subir en la aceptación de los electores, pues hasta el momento, a la luz de las encuestas, solo se sabe que habrá segunda vuelta, pero es imposible saber quiénes serán los dos postulantes que disputarán el sillón de Palacio de Gobierno en esa definitiva instancia.
El panorama electoral actual es un duro golpe para la clase política del país, desprestigiada por los casos de corrupción de décadas que han llevado al Perú a una situación de crisis, agravada hoy por la pandemia del coronavirus, porque la falta de hospitales, de personal médico y especialistas para atender a los enfermos, la falta de camas UCI, la falta de oxígeno, es decir el colapso de todo el sistema de salud, es obra de los malos gobernantes que hemos tenido, que prefirieron llenarse los bolsillos de mala manera antes de invertir en obras para atender las necesidades del pueblo. La gente ha perdido la confianza y ha metido en el mismo saco a todos los candidatos.
Y ese es el gran reto de quienes aspiran llegar el 28 de julio al sillón de Palacio de Gobierno. Recuperar la confianza de los peruanos, pero con propuestas concretas de cómo y con qué cumplirlas. El pueblo está cansado de falsas promesas. El Perú necesita un cambio urgente, ya no puede esperar más y el nuevo gobierno no puede fallar.
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