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La elección del profesor Pedro Castillo tiene mucho de drama y justicia poética. También de retos de gestión que podrían cambiar el Perú. Si hay una mala gestión habrá una dura derrota de las fuerzas populares que durante 30 años gestaron su gobierno.

La república de Odebrecht busca volver a imponerse saboteando el proceso iniciado por el mandatario chotano.

Para que el gobierno triunfe se necesitan muchas herramientas. Funcionarios y políticos que asuman este gobierno, como una oportunidad para sacar al país del emhoyo en que lo han dejado los gobernantes de la “república empírica”, como decía Basadre. Es decir, de los regímenes sin proyecto nacional, dominados por las agendas de intereses de poderes fácticos públicos y privados, saqueadores del erario.

Minimizar al Estado, gracias a Odebrecht, ha dejado una secuela de obras inconclusas, presidentes, políticos y empresarios presos o enjuiciados. Sobre esa crisis se alza el masivo voto por el profesor cajamarquino, que voltearía la tortilla en el Perú. El reto es que no se vuelva un panqueque ingobernable, presa de otro quinquenio de crisis política, económica y social. El reto no es solo llegar al poder sino tener un gobierno exitoso, que demuestra que la izquierda hará progresar al país en medio del cambio social.

Otro cajamarquino, Alfonso Barrantes Lingán, un modesto abogado de sindicalistas y perseguidos políticos, ganó la alcaldía de Lima, en medio de una ola de desencanto popular, el 11 de noviembre de 1983. El recién elegido alcalde dijo el día 1 de enero de 1984, en que juramentó, “a partir de hoy, Lima será para todos y los de abajo serán primero”.

Un giro de 360 grados. Pero que se logró con alianzas y acuerdos, gracias a la hábil muñeca de ‘Frejolito’ y una exitosa gestión con funcionarios muy preparados, con una red social fogueada desde los partidos de izquierda. Fue un buen gobierno edil, uno de los mejores que ha tenido Lima.

Fueron solo 40 funcionarios, pero voltearon la tortilla. Porque eran quizás los mejores en todas las áreas de gestión pública municipal que había en el país. Algo que Castillo debe ahora repetir. La zurda no debe ser el partido de las derrotas y mal manejo del gobierno, sino todo lo contrario. Aprenda, profe, de la historia. Termine con la república de Odebrecht.

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