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El Colegio de Profesores del Perú acaba de otorgarme su más alta distinción, la medalla y el diploma que me reconocen como Maestro Peruano 2021.

En carta que firman Heli Ocaña, decano nacional, y Zoila García, directora, me las otorgan “por su labor encomiable y permanente en bien de la educación, la cultura y la democracia”. Aluden a “su aporte permanente en casi en un centenar de libros, cientos de artículos a través de periódicos y revistas impresas, innumerables publicaciones a través de los correos electrónicos y redes sociales…”.

Eso me hace recordar que la educación a pesar de ser una tarea estratégica, ha sido en toda la República desatendida y olvidada.

Se supone que el Congreso debiera ser el lugar donde se dé soluciones al problema. Sin embargo, en su período más reciente, ese poder del Estado adquirió nombradía universal cuando un legislador del mayoritario partido fujimorista, Bienvenido Ramírez, advirtió al Perú y al mundo sobre los males que la educación supuestamente infiere a la salud humana.

“Existe una enfermedad que se llama síndrome de Alzheimer, que se da en aquellas personas que estudiaron mucho y que leyeron mucho, y uno de ellos son los profesores”- declaró en el hemiciclo este prohombre.

Mientras tanto, su compañera de bancada, Tamar Arimborgo, dijo haber descubierto que el “enfoque de género” en la educación causa el sida y el cáncer. Y ello ocurre no solo entre los niños del Perú, sino entre los de todo “el orbe mundial”.

Su proyecto fue refrendado por los miembros de la mayoría.

El maestro fue siempre mal pagado, y nunca un peruano entró al magisterio en busca de riqueza. Estos hombres son quienes nos dieron clases, y con su ejemplo no pudieron enseñar egoísmo. Nos enseñaron a ser héroes o santos. Algunos aprendieron.

Cuando yo tenía siete años de edad, mi maestra del Jardín de Infantes le confió a mi madre que “quizás Eduardito nunca llegue a leer porque no pasa de la letra “che” de la cartilla.

Mi madre entonces puso pequeños letreros con sus nombres a las sillas, las mesas, las camas y la cocina de casa, y gracias a su cariñosa pedagogía, creo que aprendí a leer… y me paso la vida tecleando la computadora a ver si también aprendo a escribir. Y seré toda la vida el maestro ciruela que no sabía leer y puso escuela. ¡Gracias toda la vida, queridos profesores!

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