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El año en que entré en la Universidad de Trujillo fundé con otros amigos un grupo literario llamado “Trilce”. Además de querer cambiar el mundo, escribíamos cuentos, cincelábamos indolentes sonetos, tomábamos café hasta la madrugada y a veces nos pasábamos la noche conversando en la prehispánica ciudad de Chan Chan.

Ese año conocí al filósofo Antenor Orrego, quien había sido el mejor amigo y el mentor de César Vallejo. Nuestro grupo lo invitó a venir a esta ciudad que también era la suya en sus años jóvenes, y él aceptó de muy buena gana. Orrego había sido, durante una de nuestras escasas primaveras democráticas, senador del Perú y rector de la universidad en la que ahora yo estudiaba. Además, su pasión por la libertad y la justicia social le había costado más de una década de prisiones en los tiempos dictatoriales. Tenía él 67 años.

Yo apenas llegaba a los 17. Había escrito yo un par de libros de poesía, pero se mantenían inéditos. Para que no me hiciera preguntas sobre mi escueta obra, se las hice yo. Creo que lo sometí a un interrogatorio. Le averigüé por la vida cotidiana de sus amigos: por Vallejo, por el líder aprista Haya de la Torre, por el músico Carlos Valderrama por el poeta Alcides Spelucín, por Francisco Xandóval. Le pregunté dónde se reunían.

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Quise saber si bebían ajenjo. Me interesó saber qué leían y qué música escuchaban. Le rogué que me contara si hacían espiritismo y bajo qué muro de Chan Chan se reunían. Antes de que yo continuara con mi escrutinio, el viejo filósofo me dijo sonriendo: -Eres un preguntón. Has tratado de saber todo acerca de nosotros. Ahora, te voy a decir algo sobre ti, y recuerda que te lo profetizo. Dejarás de escribir poesía y escribirás cuentos y novelas. Escribirás nuestra historia, la del grupo Norte.

Seis meses después, don Antenor murió súbitamente. A mí me había dejado una profecía y una condena. Desde los 17 años de edad, por esa razón, he estado condenado a escribir la novela de Vallejo. Y todo el tiempo la información me ha estado llegando a borbotones.

El resultado de aquello iba a ser, varias décadas después, mi novela Vallejo en los infiernos.

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