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Desde la antigua Grecia, la democracia se definía por el demos (pueblo) y kratos (poder),o lo que luego en el siglo 19, Abraham Lincoln concebía como “el poder del pueblo, por el pueblo, para el pueblo”, teniendo a la soberanía popular como principio fundamental y al sufragio universal como condición principal.

En ese camino, ¿es la democracia un derecho humano y constitucional que el ciudadano puede reivindicar?

La democracia ha triunfado sobre las monarquías absolutas, los totalitarismos, dictaduras, tiranías y ha probado ser más resistente que los intentos del comunismo y el fascismo por permanecer en el poder. Pese a esta histórica resiliencia, la democracia es un régimen frágil constantemente puesto en peligro al cual, sin embargo, los pueblos ansían naturalmente regresar. Esto se confirmaría con las revoluciones en los Estados Unidos de Norteamérica y Francia, donde la democracia se impuso como el régimen más justo por el respeto a los derechos fundamentales de la persona, la separación de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, así como la toma de decisiones como resultado de un debate abierto y consensuado.

La razón es que no habría otro régimen sobre el cual se podrían sostener los derechos humanos. Hoy, esta realidad se acepta tácitamente, a pesar de no ser exigible como derecho humano, aun figurando en el artículo 43 de la Constitución Política, porque la sola expresión de los derechos humanos no es una garantía de democracia legitimada, donde mayorías y minorías acepten la alternancia. Es así que Hannah Arendt en Los orígenes del totalitarismo, denuncia la abstracción de las declaraciones de derechos a pesar de haber sido declarados dos siglos antes. Esto sería debido a que a medida que el régimen democrático desaparece, los derechos humanos se diluyen. La democracia es entonces el espacio político donde la abstracción de los derechos humanos, que garantizan el respeto de los intereses de mayorías y minorías, encuentra su concreción y ámbito para prosperar. En una democracia inestable, el respeto, protección y cumplimiento de los derechos humanos sería impensable. Con lo cual, democracia y derechos humanos son condiciones recíprocas para que una comunidad social y política tenga éxito.

En ese sentido, la Carta Democrática Interamericana parte de la premisa que los pueblos tienen derecho a vivir en democracia, siendo este el espacio original de los derechos humanos. Así, desde el momento en que se quiebre el orden constitucional los pueblos tendrían el derecho humano de exigir el restablecimiento de la democracia.

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