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En anterior artículo destacábamos que el tan vapuleado e incomprendido sector privado, que además de generar puestos de trabajo, contribuye con el desarrollo del país y paga sus tributos para el sostenimiento del Estado, a fin de que por lo menos este último cumpla parcialmente sus obligaciones para con la sociedad, también ejerce lo que se ha llamado “responsabilidad social”, sin que ello sea de su competencia y que lo hace en ánimo solidario y voluntario.

En la pandemia del COVID-19 que está afectando gravemente a la población, así como a la economía del país, por erráticas decisiones gubernamentales tomadas principalmente en el gobierno a cargo de Martin Vizcarra, la actividad privada ha contribuido, con esfuerzo y sacrificio, a destinar parte de sus ingresos o de sus utilidades empresariales, que bien podría haber repartido a sus socios, a dotar de camas hospitalarias, camas de cuidados intensivos, oxígeno medicinal y plantas de elaboración de aquel, para la atención de quienes han sido contagiados y sufren las nefastas consecuencias del nocivo virus.

Muchas de las empresas del sector privado, que han tenido que suspender o reducir sus actividades, han mantenido a su personal en planillas y sin laborar, pese a que la normatividad les permitía prescindir temporalmente de los servicios mientras durase la emergencia sanitaria. Esta acción solidaria poco comprendida y hasta cierto punto desconocida, ya que muchas veces las labores a distancia, es decir no presenciales, bien podrían haberse también suspendido cuando no eran indispensables.

El desempeño solidario del sector privado por lo general ha sido realizado en forma silenciosa, sin bombos ni platillos, sin ceremonias de entrega ni de inauguraciones, lo que tiene muchísimo más valor.

Una de las iniciativas privadas de gran relevancia y de notorio éxito, es el llamado programa “RESPIRA PERÚ”, con la finalidad de donar plantas de oxígeno y equipo médico para la emergencia sanitaria que contribuya decididamente a la atención de los pacientes afectados por la pandemia. Esta iniciativa a cargo de la Conferencia Episcopal Peruana, de la Sociedad Nacional de Industrias y de la Universidad San Ignacio de Loyola, consiguió fondos adicionales mediante telemaratones y, por supuesto, sin requerir ni de gracias ni menos aplausos.

Lo que quizás en nuestra patria no tuvo el rebote informativo que su importancia requería, sí ha recibido desde el Vaticano, el reconocimiento de su Santidad el Papa Francisco, quien saludó “… con afecto a los organizadores y colaboradores de la iniciativa solidaria Respira Perú, que tanto bien está realizando para ayudar a las personas que sufren a causa del COVID-19 y a sus familias”. Además, el Santo Padre “… los anima a hacer llegar a todos la ternura de Dios a través del cuidado, construyendo una sociedad más humana y fraterna en la que procuremos que nadie se quede solo, que nadie se sienta excluido ni abandonado”.

Muchísimas empresas de la actividad privada quisieran también contribuir con la importación de las vacunas, para poder inocular a su personal, familiares y comunidades que están en sus zonas de influencia. Ojalá el Estado no trabe ese buen propósito, que por lo demás le reducirá los costos de material preventivo al tener que adquirir menor volumen.

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