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Hacen pocos días, en un coloquio universitario no presencial, como se usa en esta difícil época de pandemia, me preguntaron sobre el perfil de los candidatos, lo que me indujo a hacer esta columna, con la finalidad que mi opinión pueda también ser conocida fuera del ámbito de los participantes del encuentro.

Usualmente cuando se trata de candidatos, uno piensa de inmediato en presidente de la República, congresistas, gobernadores y consejeros regionales, así como alcaldes y regidores. Muy pocos tienen en mente a los vicepresidentes de la República, ya que es rarísimo que el presidente sea sustituido por algún vicepresidente. Normalmente están de adorno, salvo que además sean congresistas o ministros.

Con la última experiencia, penosa por cierto, que hemos tenido en el reemplazo del presidente Kuczynski, motivada por su renuncia, ello nos tiene que obligar a tomar en cuenta las características y antecedentes de los candidatos a vicepresidentes, antes de optar por alguna de las planchas presidenciales.

Ahora bien, las líneas que siguen se sustentan en la premisa y convicción, que la política es una carrera, no de velocidad sino de etapas y que, como escalera, debes ir avanzando peldaño a peldaño, preparándote en el anterior y experimentando para que en el siguiente puedas tener mejor desempeño. No creo que puedan existir seres mesiánicos ni predestinados. Además, la política es para servir y no para servirse ni encumbrarse, siendo dañino el aventurerismo.

También se sustentan en otra premisa, en que los candidatos deberían por lo general estar agrupados en organización política que tenga ideología clara, en que sus integrantes piensen en forma similar. Se conoce perfectamente cuál es el pensamiento de los socialdemócratas, o de los socialcristianos, de los liberales, de los capitalistas y socialistas, así como también que los marxistas no piensan, pues si lo hicieran no habrían generado tanto conflicto, desesperanza y pobreza.

En el perfil de candidaturas, lo más importante es el tema moral, ligado a la honestidad, honradez, y decencia. Adicionalmente patriotismo, haber actuado con transparencia y vida personal ejemplar, pues el mal comportamiento privado en algún momento se trasunta a la conducta pública. No debemos caer en lo que ha sido la historia de los últimos lustros, en que todos los que han llegado a la primera magistratura han terminado con cuentas por saldar con la justicia.

En adición al tema ético, los candidatos deben tener conocimiento de su localidad, región o país, según se trate el nivel de su pretensión de participación política. Tener, asimismo, valentía para enfrentar problemas y tomar decisiones, sin olvidar que hay que tener experiencia para volcarla cívicamente al servicio de la Nación.

También tiene que saber rodearse y que sus colaboradores gocen de la misma buena reputación del candidato ideal, así como de conocimientos y experiencia adecuada.

Algo que no debe dejarse de tomar en cuenta, es que los candidatos sean realmente creyentes en nuestro sistema democrático y que entiendan que la Constitución no es descartable, sino que está para durar y ser guía para el ejercicio de derechos y obligaciones, debiéndose recordar que su capítulo económico ha sido el sostén de nuestro crecimiento y reducción de pobreza, por casi tres décadas.

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