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Estamos soportando un inusual invierno ya que el frío se ha tornado intenso para lo que estábamos acostumbrados. Ello no solo en la costa en que por lo general el clima es benévolo, sino también en la sierra, en que siendo los inviernos agudos en este año el frío es intolerable. En la selva cuyo clima como todos sabemos es tropical, también se observan días de bajas temperaturas especialmente para los habitantes de ella que no estaban acostumbrados.

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Leemos y escuchamos a los técnicos, a través de los diversos medios de expresión, que la causa de intensificación del frío es por la mayor distancia entre la tierra y el sol, otros agregan el cambio climático, aunque con reservas, y algunos otros con teorías tan suigéneris que suenan a elevada imaginación que nos recuerda al Macondo de Gabo.

El friaje en la sierra, por falta de previsión, deja a muchísimas personas con dolencias respiratorias y bronquiales y en lo que son los auquénidos, por falta de suficientes “refugios” adecuados, la mortalidad es alta, lo que afecta económicamente a los ganaderos lanares de las áreas andinas.

Los profesionales de la salud nos aconsejan estar bien abrigados, tomar bebidas calientes y alimentarse con comidas calientes. Para atender los consejos de los galenos y decreciendo la temperatura en horas de la noche y la madrugada, buscamos las frazadas que hemos guardado en las otras estaciones climáticas.

Encontramos en nuestros closets, cómodas, baúles y otros depósitos, las frazadas de estos tiempos modernos, que son livianas, que nos dicen que a diferencia de las de lana animal, son antialérgicas, su materia prima es de algodón o de un tejido llamado “polar” o de “plush” o de otras fibras artificiales o sintéticas.

Empero, quienes peinamos canas, si es que la calvicie aun es incipiente, recordamos a las pesadas y abrigadoras frazadas de lana de ovino o de auquénidos de tiempos pasados y que lamentablemente ya no se ven en los modernos centros comerciales que imitando a los extranjeros llamamos “mall” o “shopping center”.

Las diríamos casi “eternas” frazadas, rememoramos que eran confeccionadas principalmente en dos muy reconocidas fábricas, una “Marangani” y otra “Santa Catalina”, que hoy serían más que centenarias.

Francamente extrañamos tales frazadas que nos traen recuerdos imperecederos de nuestra niñez y adolescencia, como cuando éramos trasladados hacia Chosica en busca de mejor clima, y en el carro nos arropaban con matas o frazadas de aquellas marcas, al igual que cuando en feriados largos o vacaciones nos llevaban en tren a Huancayo.

No es que necesariamente todo tiempo pasado fue mejor, como reza antiguo refrán, sino que los recuerdos nos hacen vivir. Prometo buscar más en el closet para encontrar las gruesas y abrigadoras frazadas, que pudieran ser incluso de menor valor calórico que las modernas, pero que ya su solo peso nos da la sensación de mejor temperatura. Por si acaso, sigo siendo abogado y no marketero ni de Marangani ni de Santa Catalina, pero si diría que su “fan”.

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