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Jean Jacques Rousseau en el Contrato social (Libro I, cap. 5) se hacía la pregunta primigenia de saber qué acto hace que un pueblo sea un pueblo: “Antes de examinar el acto por el cual el pueblo elige un rey, sería conveniente estudiar el acto por el cual un pueblo se constituye en tal, porque siendo este acto necesariamente anterior al otro, es el verdadero fundamento de la sociedad.”

La Revolución francesa vendrían a confirmarle que la individualidad política hecha soberano tiene como acto formador la voluntad de representar la voluntad general. Aunque la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano la llame nación, la palabra “pueblo” pasó a ser una noción indeterminada en número y al mismo tiempo aglutinante, al abarcar -supuestamente- a toda la población.

Para esto, los regímenes totalitarios se han referido al pueblo con sumo agrado, sin necesidad de pedirle su opinión. El fascismo hitleriano en “Mein Kampf” usó la noción de pueblo uniéndola al origen étnico, con las consecuencias mortales que eso causó. En América Latina, el populismo le ha dado el uso de pueblo organizado y movilizado, el cual decide o tiene la última palabra tanto en democracias débiles como en dictaduras.

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Tomada de Marx, la noción de pueblo pasaba por describir la sociedad burguesa a través de la lucha de clases entre la burguesía y el proletariado. Este supuesto supone reunir a los pobres o excluidos sin representación, eliminando directa- o indirectamente a los ricos o gobernantes, haciendo de ellos los opresores del pueblo. De allí que las revoluciones en la historia hayan terminado en masacres de los que eran considerados como “enemigos del pueblo”.

Este atajo ideológico hizo que Sendero Luminoso justificara sus crueles asesinatos, como en su día lo hicieron los bolcheviques en Rusia o Pol Pot en Camboya, eliminando a la clase dirigente y dejando que gran parte de su pueblo muera de hambre. Aprovechando el amorfismo de la palabra pueblo, el populista habla a nombre de él para colmar su vacío de representación, y le y le atribuye todo tipo de reivindicaciones. Lo que le interesa es el objetivo subyacente de asirse del poder, sin interesarle el contrato social al no permitir -al final- que el pueblo lo ejerza por considerarlo irresponsable e incapaz.

Y es allí donde reside el riesgo para las democracias, al debilitarlas y dar paso a dictaduras las cuales, se retornarán contra el pueblo que pretendieron representar y defender.

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