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  Por:  Justo Carbajal Aguirre

Quién pensaría que el filme norteamericano de acción conocido como ‘Rápidos y furiosos’ (The Fast and the Furious),estrenada el año 2001, llevaría a generalizar una de las modalidades criminales de subir a camiones en movimiento para robar la mercadería que transportan: nos referimos al “patinaje”. Eso se ha visto en Perú, en especial en las carreteras Panamericana y Central, que va al Centro del país, además, obviamente, en la capital de la República, Lima y el Callao.

Esta modalidad de crimen organizado no descansa ni en tiempos de pandemia del covid-19, aunque los rebotes en la prensa son esporádicos, como sucedió el 16 de noviembre del año pasado, en que la Policía Nacional del Perú (PNP) capturó a ocho integrantes de la banda criminal ‘Los patinadores del puerto’, cuando estos se desplazaban en cuatro vehículos para robar mercadería de contenedores a los que hacían seguimiento desde los terminales del puerto del Callao. Es pues significativo el número de vehículos intervenidos en el cruce de la avenida Argentina con la calle Agua, en la urbanización Tarapacá.

Esta modalidad de robo en banda es rápida, rauda, porque “te pueden vaciar un contenedor en cinco minutos, por eso es que se ha detenido cuatro vehículos y tenemos más de ocho integrantes de esa organización”, informó el coronel PNP Cirilo Contreras a la prensa en ese entonces.

El centro de operaciones de este tipo de bandas en la capital y la Provincia Constitucional del Callao está principalmente en la avenida Argentina, que une Lima y el citado puerto, donde también tuvo lugar, tres años atrás, en diciembre de 2017, la detención de otros integrantes de la banda criminal “Los Patinadores del Callao” encabezados por Carlos César Cárcamo Espinoza, alias “Loco Carlos”, que habría actuado en diferentes atracos en la Panamericana Norte y Sur, según las investigaciones del cuerpo policial especializado, la Dirección de Investigación Criminal (DIRINCRI) de la PNP.

El problema se complica en la medida que muchos de los robos a los camiones de transporte pesado de carga –según los investigadores- son a “pedido” de parte de inescrupulosos comerciantes mayoristas que además pueden ser los principales beneficiarios. Las peligrosas bandas delictivas –que son capaces de matar al piloto o la persona que trate de frustrar su fechoría- tienen información precisa por “soplo” desde adentro, como en la citada película, desde el puerto y a dónde va a ser traslada la mercancía, incluido la ruta. Y con esos “datos” hacen un recorrido para ver cuál es el lugar propicio de asaltar al camión y los delincuentes no corran riesgo de ser descubiertos.

En el atraco se ha visto casos en que uno de los vehículos de los criminales cierra la marcha o impide que siga su ruta, y el chofer del camión y sus eventuales ayudantes son trasladados en un vehículo a una casa donde permanecerán hasta que otros cómplices de la banda hayan descargado la mercadería en depósitos que alquilan. Y allí los esperan estibadores contratados para que descarguen lo robado, que luego va a ser recogida por un emisario del inescrupuloso comerciante que la compró pagando el 50 por ciento de su valor.

El agraviado, en muchos casos, no pierde, porque la mercancía viene asegurada desde el exterior. En este esquema, a los inescrupulosos comerciantes mayoristas no les pasa nada. Esto porque la Policía pocas veces descubre a los malhechores en plena fechoría o en el traslado; y el sistema de justicia, en este caso la Fiscalía, tampoco es prolija en sus investigaciones por razones de falta de denuncias y por corrupción.

Más allá de esta práctica con grandes compradores, cuya investigación policial es incipiente, el “patinaje” al por menor, por así decirlo, que consiste en robar fardos o bultos de los camiones de carga o de servicio interprovincial durante su recorrido por carreteras o avenidas, sí que es masivo. Nos referimos a las actuaciones de dos o más delincuentes, en los uno sube al vehículo en movimiento, mientras sus cómplices lo siguen a bordo de otro vehículo. Luego, el primer ladrón empieza a arrojar los productos fuera del camión y el otro o los demás los recogen sobre la marcha.

Esta modalidad se ve en la Panamericana Sur, como en San Clemente, en Pisco y Melchorita (Chincha) de la región Ica. En la medida de sus posibilidades la Dirección de Protección de Carreteras de la Policía logra recuperar mercadería, a veces tras persecuciones de película, como sucedió el 29 de abril de 2016, por poner un ejemplo, cuando se recuperó 18 cajas selladas de caramelos marca Alicor y cigarrillos marca “Carnival”, pero sin que haya sido detenido ninguno de la banda.

Este detalle último es una muestra de las falencias de la PNP en la dirección de carreteras, y, lo que es más importante, la falta de Inteligencia en este combate contra la delincuencia en la zona.

Parecidas circunstancias se observa en la Panamericana Norte, especialmente en la subida del río Seco, antes de la ciudad de Huacho, y en la zona llamada Las Malvinas, pasando Paramonga, en la región Lima, aunque esta modalidad facinerosa está -en mayor o menor medida-, en todo el norte, sobre todo La Libertad y Piura, y obviamente en el centro del país, como en Junín, Huancayo.

  NO HAY DENUNCIAS

En este panorama somero de este nicho delictual, algo pasa no solo en Lima sino en provincias. Y es que los testigos -o la participación ciudadana- se hacen de la vista gorda por temor a represalias de las mafias.

A esta forma de violencia llevada al límite, sobre todo contra los choferes, no hay forma de ponerle coto hasta ahora, por las ineficiencias ya sea cuantitativas (cantidad de personal) o cualitativas de la Policía Nacional, y en el trabajo de Inteligencia, como se ha avanzado en Chile.

Con un detalle adicional: que los mismos agraviados no denuncian ya sea por los temores antes descritos o porque las grandes cargas del puerto están aseguradas, por lo que más se interesan en cobrar el seguro, no obstante que este es exigente.

En esta realidad el Ministerio Público tiene poco margen para actuar tanto por la ausencia de denuncias y porque los pocos casos que llegar a armar como carpeta fiscal, sobre todo del “patinaje” al menudeo, es relegado -afirman- por la carga procesal de otro tipo de delitos o porque simplemente abogados inescrupulosos lo neutralizan hasta que prescriben.

Finalmente, es obvio que al margen de los asegurados, este tipo de actividad delictiva afecta la economía de las empresas de transporte, a las compañías de seguro y la industria Logística del país, porque esto hace que los costos se incrementen. Porque obviamente esta delincuencia incrementa los gastos en personal de seguridad, en compra de video-vigilancia no solo en los almacenes de partida de carga sino en el mismo vehículo de transporte y otros aditamentos informáticos. Y no es solo un problema peruano, sino que se da en mayor o menor medida en todo el continente latinoamericano, lo que hace necesario un trabajo muchos más específico de la PNP para abolir este tipo de delincuencias, dado que es harto conocido por todas las autoridades estos actos delictivos.

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