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La preeclampsia es una enfermedad del embarazo que afecta a diferentes órganos y sistemas y se manifiesta principalmente por la tensión arterial alta. También puede ocasionar proteinuria (presencia de proteínas en la orina) y lesiones en órganos como el riñón o el hígado. Generalmente se produce en la segunda parte de la gestación, a partir de la semana 20 y, sobre todo, de la semana 34 en adelante.

Es importante vigilar su aparición porque puede tener consecuencias muy graves si no se controla adecuadamente y a tiempo, como la eclampsia, que es la fase final de la enfermedad y en la que, según explica Manel Mendoza, médico especialista en Obstetricia y Ginecología y responsable de la Unidad de Insuficiencia Placentaria del Hospital Valle de Hebrón, de Barcelona, “aparecen convulsiones debidas a la vasoconstricción -estrechamiento de los vasos sanguíneos- y al edema cerebral -acumulación de líquido en el cerebro-”.

Es un trastorno exclusivo del embarazo y, tal y como apunta Ignacio Herraiz, médico especialista en Obstetricia y Ginecología de la Unidad de Medicina Fetal del Hospital Universitario 12 de Octubre, de Madrid, “curiosamente, no se da en otras especies”.

Factores de riesgo de la preeclampsia 

Hay algunas características y circunstancias de la gestante que incrementan el riesgo de que desarrolle preeclampsia. Estas son las más importantes:

  • Edad (si tiene más de 40 años).
  • Obesidad.
  • Primer embarazo.
  • Embarazo múltiple.
  • Raza negra.
  • Diabetes o diabetes gestacional.
  • Hipertensióncrónica.
  • Enfermedad renal.
  • Trombofilias.
  • Lupus.
  • Embarazo por reproducción asistida y, especialmente, con donación de óvulos.

Síntomas de la preeclampsia 

La hipertensión es el síntoma más característico de la preeclampsia, pero no es el único y, en algunos casos, la tensión no está excesivamente elevada. Otros posibles síntomas son:

  • Proteinuria (proteínas en la orina).
  • Dolor de cabeza.
  • Alteraciones visuales (ver luces, destellos, visión borrosa).
  • Zumbidos en los oídos.
  • Dolor en la boca del estómago (epigastralgia).
  • Náuseas, vómitos.
  • Insuficiencia respiratoria.
  • Edema (hinchazón),sobre todo en manos y cara.
  • Menor producción de orina.
  • Plaquetas bajas en sangre (plaquetopenia o trombocitopenia).
  • Transaminasas altas en sangre, que indican alteración de la función hepática.
  • Aumento de peso repentino.

La complicación más grave es la eclampsia, que es la aparición de convulsiones.

Diagnóstico de la preeclampsia 

El diagnóstico se realiza mediante el análisis de los signos y síntomas de la embarazada. Se evalúa si tiene dolor de cabeza y síntomas visuales, si oye zumbidos, sufre dolor en el abdomen, si tiene la tensión por encima de 140/90 mm Hg y si tiene proteínas en la orina o alguna alteración que se aprecie en un análisis de sangre y que sea indicativa de esta enfermedad.

Si tiene hipertensión más cualquiera de estos signos y síntomas se consideraría una preeclampsia”, asevera Mendoza, quien agrega que “para eso hay que medir la tensión y preguntar a la embarazada de forma dirigida”.

La medición de los factores angiogénicos en sangre puede servir tanto para descartar la preeclampsia como para ayudar a confirmar el diagnóstico.

Herraiz subraya la complejidad del diagnóstico de esta patología: “Es una enfermedad que se puede presentar de muchas maneras: insuficiencia respiratoria, manos y cara hinchadas… y en algunos casos se presenta, incluso, sin hipertensión”.

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Tratamientos de la preeclampsia 

El único tratamiento curativo de la preeclampsia es finalizar el embarazo: provocar el parto o hacer una cesárea. El momento en el que se tome esta decisión variará en función de la gravedad de la patología. Cuando es leve se puede esperar hasta la semana 37 de gestación (momento en el que el bebé está totalmente formado y ya no merece la pena asumir ningún riesgo),pero si es grave se recomienda no pasar de las 34 semanas y, en este caso, desde el momento del diagnóstico y hasta el parto se ingresa a la paciente en la unidad de curas intermedias obstétricas o, en caso de que el hospital carezca de ella, en la UCI.

Si la madre sufre complicaciones graves como eclampsia o edema de pulmón, la indicación es finalizar el embarazo, incluso si no se han alcanzado las 34 semanas. “La idea es no llegar a estos extremos, pero a veces la paciente evoluciona muy rápido y en algunos casos hay que actuar cuanto antes para evitar mayores complicaciones en la madre”, expone Mendoza.

Herraiz confirma que el objetivo es ir siempre un paso por delante de la evolución de la enfermedad, con el fin de tenerla controlada. “La preeclampsia no tiene cura, pero se puede estabilizar”. Por ejemplo, la administración de fármacos antihipertensivos evita riesgos asociados a la tensión alta, como el ictus. Los médicos de primaria y los especialistas en ginecología y obstetricia saben cuáles son los que resultan seguros para el feto.

Además, en los casos en los de preeclampsia grave se administra el fármaco sulfato de magnesio para prevenir la aparición de eclampsia.

 

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