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Durante décadas la homosexualidad no fue considerada una elección sexual ni algo que los intérpretes tuvieran la posibilidad de ejercer en su vida privada. Debía ser erradicada y si no se podía hacerlo, al menos debía ser oculta, sepultada tras una montaña de mentiras. Para ser una estrella masculina o femenina de Hollywoodhabía que ser heterosexual. O al menos aparentarlo.

ACTORES QUE TUVIERON QUE ESCONDER SU HOMOSEXUALIDAD DEBIDO A LA ÉPOCA Y LAS RESTRICCIONES DE LA INDUSTRIA DEL CINE

Los galanes debían casarse con mujeres, las actrices con hombres. No importaban sus preferencias sexuales y nadie debía mantenerse mucho tiempo soltero. De esa manera se arreglaban matrimonios infelices que debían mantener las apariencias para asegurarse de que sus carreras no se derrumbaran.

Uno de los actores fue Cary Grant, quien tuvo varios matrimonios. Cinco en total. Todos breves e infelices. Durante doce años vivió con Randolph Scott. Sin embargo, una relación previa a la fama con el diseñador de vestuario Orry Kelly confirmaba su orientación sexual.

La hija de Grant siempre negó que su padre fuera homosexual. Ella afirmaba que su padre, en realidad, era asexual, que demostraba un evidente desinterés por el sexo.

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Dicen que el primer estudio en introducir cláusulas de este tipo fue Universal, aunque sea difícil afirmarlo, porque apenas uno lo hizo los demás se animaron a incluir este tipo de disposiciones en sus contratos con los actores. Los estudios se reservaban el derecho de suspender el pago de los salarios y honorarios de los actores si ellos “perdían el respeto de su público”. La cláusula se refería más que nada y así estuvo pensado como un eufemismo para prohibir que se conociera la homosexualidad de los actores que tenían bajo contrato. Amar a alguien del mismo sexo era una conducta indecente.

Si se trataba de un galán se lo rodeaba de chicas hermosas en cada una de sus apariciones públicas, se lo hacía comer con una joven actriz en un restaurante de moda para que se comentara en el ambiente y hasta se sobornaba a algún periodista de chimentos para que inventara algún romance. Pero en ese rubro, en el de los chimentos, había algunas personas con un extraordinario poder de daño. Cuando Louella Parsons o Hedda Hopper ponían sospechas sobre algún actor, la cuestión se complicaba y las medidas debían ser más extremas.

 

Rock Hudson

Henry Willson, el cruel representante de artistas, cuya imagen actualizó la serie Hollywood, ayudó a consagrar a más de una decena de galanes. Todos respondían a un patrón. Físico portentoso, rostro fresco y ningún talento para la actuación. Tanto fue el suceso de Willson en imponer a sus actores y tan parecidos eran todos entre sí que instaló una nueva categoría de galán en Hollywood: los Beefcake. Actores que aprovechaban cada oportunidad que tenían para mostrar su torso, musculosos y bronceados que se peleaban por las portadas de las revistas con las mujeres: ya no sólo ellas aparecían en traje de baño.

Pero el actor de Willson que más lejos llegó fue Rock Hudson. A él, como a los demás, le eligió el nombre, lo mandó al gimnasio, le cambió los dientes y hasta le hizo destruir sus cuerdas vocales para que después tuviera una nueva voz. Hudson no tenía la menor habilidad actoral. En su primera película sólo tenía una frase que tuvo que ser reescrita una decena de veces para que el actor pudiera por fin decirla con cierta fluidez. Pero su carrera fue creciendo.

Roy Harold Scherer Jr. era un joven camionero de Illinois. Soñaba como tantos chicos en triunfar en el cine.

Luego de actuar en Sublime Obsesión y Escrito en el Viento, Hudson se convirtió en una estrella. Cuando estaba a punto de comenzar el rodaje de Gigante con Elizabeth Taylor y James Dean, un llamado sacudió las oficinas de Willson. Confidential, el tabloide más leído en ese tiempo, estaba preparando una larga nota en la que revelaría que Rock Hudson era homosexual.

Henry Willson se movió con rapidez. Utilizó toda su experiencia, sus contacto y poder para acallar la noticia. Era su especialidad. Matar las noticias que podían perjudicar a sus actores. Pero esta vez no sería tan fácil. Rock Hudson se había convertido en una estrella y él o Willson debían dar algo a cambio. Henry cambió figuritas. Aprovechó que hacía unos meses estaba peleado con Rory Calhoun y les contó a los periodistas que el actor tenía antecedentes penales.

El otro sacrificado fue Tab Hunter (otro de los bautizados por Willson): Willson pasó la información que Hunter había sido arrestado en medio de una orgía gay. La carrera de ambos se desmoronó. Pero a Willson no le importó porque su principal actor salió indemne. Aunque el peligro permanecía latente. Para callar rumores decidió casar a Rock Hudson con su secretaria, Phyllis Gates. En esa agencia todos se sacrificaban.

Los rumores señalan que ella era lesbiana. Aunque nunca se supo cuál fue la verdadera naturaleza de ese matrimonio sí se conoce que fue breve. Algunos dicen que ella estaba genuinamente enamorada del actor y que quedó con el corazón destrozado. Estuvieron casados tres años y ninguno de los dos se volvió a casar. Ese falso matrimonio debió ser un infierno para ambos. Mientras tanto las revistas de espectáculos publicaban fotos de ellos dos sonrientes tomados de la mano; material que con regularidad les proporcionaba Willson.

Durante una década, entre 1955 y 1965, Rock Hudson estuvo en la lista de las diez estrellas más taquilleras. Fue el único que lo logró tantas veces consecutivas. Encontró una nueva veta en dupla con Doris Day protagonizando comedias románticas inocentes. Era una verdadera estrella. Cuando sus películas no convocaban tanta gente, fue uno de los primeros que no temió volcarse a la televisión. La serie Mc Millan y esposa le aseguró otras siete temporadas de éxito.

Por eso cuando fue la primera celebridad en morir por el SIDA cuando todavía la información era escasa y los temores enormes, la noticia sorprendió y causó gran impacto.

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