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En el invierno de 1989, Johnny Depp estaba en Vancouver filmando un programa de televisión. Para el actor era una situación muy difícil. Atado por un contrato, trabajaba sin esfuerzo y sin ganas en una serie llamada “Comando especial”, un día -que se convirtió en buen día-, su agente le envió un guión para que leyera. Contaba la historia de un muchacho con tijeras en lugar de manos llamado Edward Scissorhands. Intrigado comenzó a leer, ya desde la tercera página sintió esa felicidad que atrapa cuando estás ante una historia extraordinaria. La página final lo encontró llorando “como un recién nacido y sin poder creer que existiera alguien tan brillante como para haber escrito algo así”.

MICHAEL JACKSON FUE UNO DE LOS FAMOSOS INTERESADOS EN DAR VIDA AL PERSONAJE

Tan encantado como entusiasmado con el proyecto empezó a trabajar para ser Edward. Decidió documentarse, miró las láminas de la Anatomía de Gray -el libro del siglo XIX considerado la biblia de la anatomía- y se interiorizó en textos sobre psicología infantil.

Yo era uno de esos actores juveniles de televisión. Ningún director en sus cabales me contrataría para semejante papel protagónico”. Aun así, su agente arregló una entrevista. Conocería a Tim Burton y como quería causarle una buena impresión, se preparó. Aunque algo sabía de su vida decidió averiguar más. Investigó y supo que el primer trabajo del director fue como aprendiz de animación en Disney, pero que al tiempo renunció porque el estudio jamás logró entender sus diseños

Asombrado por el talento de Burton, Depp pensó lo que no quería pensar: nunca conseguiría el papel. Perdido por perdido al menos no perdería la oportunidad de conocer al director. Voló a Los Ángeles.

La cita no fue en un imponente estudio ni en una desangelada oficina sino en la cafetería de un hotel. Apenas llegó se puse a mirar dónde estaba Burton. En tiempos sin web solo tenía un vago recuerdo de alguna foto en periódicos. Comenzaron a charlar como los desconocidos que más se conocen.

Yo me sentí todavía peor que antes y me alejé del lugar completamente acelerado por la cafeína y mordiendo la cucharita como un perro rabioso. El haberme sentido tan conectado con Burton me hacía sufrir todavía más. Los dos habíamos comprendido la perversión implícita en la jarrita de la crema, la fascinación lustrosa por las uvas de plástico, la complejidad y el poder crudo de una de esos retratos de microrelato sobre terciopelo, el profundo respeto por ‘aquellos que no son como los otros’”.

A Depp le habían contado que varios artistas famosos, entre ellos Michael Jackson, estaban siendo considerados para el personaje. Se lo habían enviado a Tom Cruise pero el apuesto actor que comenzaba a pisar fuerte respondió que solo aceptaría hacerlo “siempre y cuando al final al héroe le crezcan las manos y se vuelva lindo”.

Ante tanta competencia, Depp pensó que lo único que tenía a favor era estar convencido de que, de trabajar juntos, podría trasladar la visión artística de Tim al personaje de Edward. “¿Habría visto Tim algo en mí que lo hiciera arriesgarse? Yo esperaba que sí”. Esperó en su casa. Cuando ya se resignaba a su destino de actor de póster, sonó el teléfono y una voz le anunció: “Johnny… Tú eres Edward Scissorhands”.

“Colgué el teléfono y me repetí esas palabras para mí mismo. Una y otra vez. Y empecé a repetírselas a todo aquel con quien me cruzaba. No podía creerlo. Burton estaba dispuesto a arriesgarse. Ignorando al estudio –que quería una gran estrella–, Burton me había elegido a mí. Me convertí instantáneamente en una persona religiosa: estaba convencido de que una intervención divina había tenido lugar. Este papel no significaba para mí un avance en mi carrera. Este papel era libertad. Libertad para crear, experimentar, aprender y exorcizar algo que llevaba muy adentro mío”.

Depp se sintió rescatado del mundo de los productos en masa por ese extraño y genial hombre que había pasado su adolescencia haciendo dibujitos raros y sintiéndose un marciano. “Es muy difícil escribir acerca de una persona a la que se aprecia y se respeta y se siente tan cercana. Solo diré que Tim me rescató, y que no necesita más que pronunciar unas pocas palabras desconectadas entre ellas, ladear su cabeza, entrecerrar sus ojos y lanzarme una de esas miradas para que yo sepa lo que quiere de mí en determinada escena, y que siempre obtendrá de mí lo mejor que tengo para dar”.

Así fue como el director del pelo sin peinar y el joven de extraño rostro de pómulos perfectos comenzaron una dupla creativa que dejó en pantallas las criaturas más raras e inolvidables del cine de las últimas décadas. Ya sea en roles más oscuros o en otros más coloridos, en películas con guiones originales o adaptaciones, la dupla se las ingenió para entregarnos un universo fascinante donde lo que el otro percibe monstruoso en realidad se trata de un ser con tanto dolor como cualquier ser humano. Comenzaron con El joven manos de tijera y siguieron con otras historias inolvidables como Charlie y la fábrica de chocolate, Ed Wood, El cadáver de la novia, El misterio del jinete sin cabeza, Sweeney Todd: el barbero demoníaco de la calle Fleet, Alicia en el país de las maravillas y Sombras tenebrosas.

Después de “El joven manos de tijeras”, la fama de Depp se disparó. El actor pasó a ser el objeto de deseo de directores y seguidores.

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