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El álbum debut de Emily Haines, “Knives Don’t Have Your Back” (Last Gang Records, setiembre de 2006),contiene un puñado de once canciones radicalmente distintas a las que Haines con su banda, Metric, había producido hasta entonces. Si en Metric la cosa va de ritmos agresivos con el hit hat como compás de marcha, en “Knives Don’t Have Your Back” el piano es el espíritu que impulsa las once piezas por caminos de introspección y tristeza. Emily susurra sin prisa reflexiones sutiles sobre el dolor, sobre desencuentros familiares, sobre la perpetuación de la injusticia y el horror. Al ser un álbum de sonido minimalista, en el que el piano y las cuerdas ofrecen un ambiente intimista, la voz de Emily destaca con bella nitidez en cada una de las canciones.

El padre de la cantautora, el poeta Paul Haines, murió en 2003, tres años antes de que el disco fuera lanzado; por lo tanto, el álbum también es un ajuste de cuentas con una figura que Emily siempre admiró, pero a la que dirigió también más de un reproche. La canción “Detective Daughter”, cuarta pista del álbum, contiene esos reproches, lanzados en la oscuridad a alguien que ya no le va a escuchar, pero ello no es impedimento para gritar “Be true to thy self, be true to thy self, be true!”, como una letanía inútil.

Quizá la pista en la que el piano alcanza una brillantez realmente extraordinaria en su sencillez y emoción evocadora sea “The Maid Needs a Maid”, una reflexión profunda acerca del rol pasivo a que se ve sometido el género femenino. En esta pista, construida en un compás de 6/8, la voz de Emily ataca la canción de inmediato, sin tiempo para preludios. Y una vez que ella termina la estrofa, el piano, en re menor, deja caer siete notas apenas espaciadas, como el crepitar de la lluvia sobre la claraboya en una tarde de invierno.

Habiendo pasado la barrera de los treinta, Emily se hallaba en una etapa ideal de su vida para tomar aire y mostrarnos su lado más vulnerable y reflexivo. Los temas que desarrolla son serios y están abordados con total honestidad e inteligencia. Las ideas musicales quizá se decantan demasiado por los tonos menores, pero no dejan de ser sorprendentes y muy bien cuidados. Cuando irrumpe el hammond, por ejemplo, se logra un bello equilibrio con la voz del piano y uno siente que lo que dice Emily, se tiene que decir con la sobria textura de esos teclados.

Con este debut, Emily Haines dejó en claro que conoce otros pulsos además de los pulsos vehementes de Metric, acercándose quizá a los momentos más sugestivos de Broken Social Scene (su otra banda) y estableciendo una afinidad muy interesante con Kevin Drew, cuyo primer álbum en solitario también se inclina por estos senderos de introspección.

P.D.: Cuando vi la muy esquemática portada del álbum me dije: “he aquí una nota discordante”, pero cuando averigüé más tarde que la portada del álbum emula las austeras portadas de discos de jazz en los que su padre intervino, quedé más que convencido que Emily Haines había construido una gema rica en matices y en significados. Vale la pena, una noche de calma, descorchar un tinto y sumergirte en su mundo. El álbum lo merece y nos lo merecemos.

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