Dentro de la filmografía de Costa-Gavras, su primer film “Compartiment Tueurs” (1965) es como un lunar sobre la tersa superficie del cine político. Debido a la fama y al éxito que le sobrevino al director de origen griego nacionalizado francés, después de “Z” (1969),su primer largo ha sido un poco desvalorado y hasta la crítica más seria (como la de John Michalczyk, que en su libro “Costa-Gavras: Encounters with History” publicado el año pasado, 2022, apenas lo menciona) tiende a olvidarlo. Claro, la fama bien ganada de Costa-Gavras como director de cine político ha nublado los méritos de su opera prima, que no se inscribe dentro de ese género.

Y “Compartiment Tueurs” tiene muchos méritos. Se trata de un thriller policíaco en la estela del film noir americano, es decir, dentro del género que en Francia se llamaría Cine Polar, el film noir “a la francesa”. Duvivier o Michel Carné ya habían entrado con paso seguro a este territorio en los años cincuenta. Aquí llegamos a bordo de un coche-cama a un Paris opresivo y lunático que nos recuerda un poco a la mirada urbana de los jóvenes turcos de la Nouvelle Vague: Rohmer o Godard. Quizá sea una impresión que se ve reforzada por los impecables encuadres en blanco y negro de los que hace gala el film.

El director ha recordado públicamente que cuando se propuso rodar esta película le envió el guion (con poca fe) a Simone Signoret y que ella, a los pocos días, le llamó y le dijo que sí, que encantada haría ese papel poco apreciable de una señorona solitaria y en decadencia que perdería la cabeza por un jovencito arrogante. Piénsese que entonces, la gran actriz, a sus 45 años, ya estaba viviendo también el declive de su carrera y que aceptar un papel así no demuestra sino carácter y confianza en sí misma. Dicho sea de paso, confianza también en el guion (basado en una novela de Sébastien Japrisot) que terminaría vinculando al propio Yves Montand y con él, a una larga fila de estrellas que van desde una joven promesa (entonces) como Jean-Louis Trintignant o a consagrados veteranos como Michel Piccoli.

Entre risas, Costa-Gavras nos sigue contando que con ese deslumbrante elenco no podía pisar en falso. Y no lo hace. Desde el arranque, con esos trepidantes ritmos de Michel Magne, la película se siente como un exuberante ejercicio de un joven cineasta dispuesto a romper con el pasado y abrir nuevos horizontes en el futuro (por eso esa mezcla variopinta de estrellas emergentes y de estrellas consagradas). Con hábil mano, Costa-Gavras va de la loca comedia juvenil (el inicio, con un sonriente y jovencísimo polizón colándose en un tren) al thriller psicológico onírico (las rememoraciones de la señora Darrés con una inquietante y poética voz en off que narra su tragedia al muy puro estilo hitchcockiano),pasando por el cine negro, el clásico, el de policías con largos gabanes y matones apostados a la sombra de sucias callejas. La manera del director de pasar de un registro a otro es asombrosa y gratificante.

Recomiendo ver esta película sin pensar en el cine que después haría Costa-Gavras, ese cine serio y comprometido que tantos elogios le brindó, pero que, en contraparte, ha relegado esta magnífica película, “Compartiment Tueurs” a una zona brumosa que, ciertamente, no merece.

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