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En 1972, el glamour de las superestrellas del rock, con sus teatrales puestas en escena, era lo que maravillaba a la audiencia y generaba grandes ventas. Black Sabbath, que dominaba las listas con su cuarto álbum, o David Bowie, que había descendido de algún punto del espacio para encarnar en Ziggy Stardust, eran los puntales de esa superproducción rockera. Paralelamente, Yes y Genesis marcaban la pauta con largas y autosuficientes ejecuciones virtuosas que habían hecho del rock un producto intelectual y espeso. En ese escenario, cuatro sencillos muchachos de Memphis, vestidos con casuales tejanos y camisas, irrumpen para presentarnos una obra de power pop que se adelantaría varios años a su tiempo: Big Star.

Big Star es básicamente el proyecto de Alex Chilton (que años antes ya había saboreado las mieles de la fama con The Box Tops) y de Chris Bell, el malogrado Chris Bell que integraría el Club de los 27 cuando, en 1978, estrelló su auto contra un poste de alumbrado público. Bell había puesto todas sus esperanzas en el álbum debut de la banda, se entregó en cuerpo y alma al proyecto y realmente su talento y simpatía rebosan en todas las canciones del disco. Lamentablemente, tras el fracaso de ventas, muy desilusionado, Bell llevó una vida errática que lo llevó finalmente a la muerte.

El álbum debut de Big Star no fue un artefacto para su tiempo. Desde que fue lanzado al mercado se preveía su fracaso. Se trataba de un álbum bello, con melodías tranquilas y con gancho, cuyo lanzamiento originó positivas reacciones en la crítica especializada… pero de ventas, nada. En el documental “Nothing Can Hurt Me”, de 2012, se alude a su equivocada estrategia comercial. El caso es que, tras las nulas ventas, Bell pensó que había trabajado en vano, quizá pensó incluso que no tenía nada que decir en el mundo de la música.

Recién diez años después, bandas del emergente circuito alternativo rescataron del olvido el proyecto de Big Star: REM, The Replacements, Teenage Fan Club, This Mortal Coil, Flaming Lips o Yo La Tengo son algunas bandas que declararon su gusto por las melodías pegadizas de Hilton y Bell y apuntaron el hecho de que casi todo el rock indie y alternativo que se desarrolló a partir de los ochenta procede en gran medida de las melodías de Big Star. Tal aserto acaso suene excesivo. En todo caso, podemos decir sin dudas que esta banda es uno de los iconos de la nueva generación, de una manera de entender el pop y el rock que llevaría este género al terreno de eso llamado “modernidad”.

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