Super Mensajes

Querida abuela:

Disculpa que turbe la paz de tu reposo con estas líneas, pero no me queda otra. Hay una señora que no sabe que mi abuelo, tu esposo, en los años 20 del siglo pasado fue obrero de Backus, donde iba a trabajar con corbata y sarita. Tampoco sabe que en la casa de la calle Pescadería, acera enfrente de Palacio de Gobierno, pusiste un taller de modas al que asistían las señoras de sociedad.

Ahí, entre raso y seda, te diste mañana para tener seis hijos y convertirte en la mejor cocinera de Lima. Tu hija mayor, Zenobia, heredó tus dotes y se convirtió en tu asistenta en el taller hasta que una muerte prematura te la arrebató. Lo mismo pasó con mi tío Pichin. Pero tus otros hijos no te defraudaron, uno se hizo economista, otro contador público y otro ingeniero electrónico. El primero llegó a ser funcionario de la OEA y la OIT, el otro (mi padre) jefe de administración de un ministerio y el tercero instaló la primera antena de televisión del Perú. De ellos nacimos doce nietos, todos profesionales. Mira tú lo que hiciste, solo con tu maniquí francés usado y tus revistas de moda de segunda mano.

Pero ayer te debiste revolver en tu tumba cuando la señora que te cuento dijo que las abuelas que empujaban a sus hijas a profesionalizarse eran «abuelas terroristas». Yo sé que tuviste la suerte de morirte sin saber lo que significaba la palabra terrorista y que nunca llegaste a saber quién era Abimael Guzmán.

Pero la señora en cuestión, una enfermera arequipeña, que postula a la vicepresidencia de la República con el señor Rafael López Aliaga, ha puesto en la picota a una madre como tú que costura a costura, botón a botón y basta a basta, convertiste a los hijos de tu esposo obrero en profesionales de nota que, a su vez, tuvieron hijos profesionales con maestría y estudios en el extranjero, militares de altísima graduación y uno hasta empresario. dueño de caballos de carrera. Casi como los señores que iban a tu taller a recoger a sus esposas.

Pensándolo bien, a punta de aguja y dedal, ayudaste a desmoronar una sociedad cerrada y elitista donde solo existían las personas con apellido compuesto y a formar una clase media contestaria, que en su tiempo le dio voz a quienes no tenían voz en todo el Perú. De verdad fuiste una terrorista, dinamitaste la Lima aristocrática. Y lo peor, no fuiste la única, sino parte de una generación de mujeres que hicieron lo mismo y que lo siguen haciendo hoy día. Por eso, abuela, ni te molestes por lo que dijo la señora arequipeña.

Te quiere, tu nieto