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Por redacciones de los medios y en las redes sociales corre una noticia cuya confirmación podría provocar un terremoto electoral. Se dice que ya se había filtrado una segunda lista de personajes vacunados irregularmente por la Universidad Peruana Cayetano Heredia y que, dentro de ella, se incluye a más de un aspirante presidencial puntero.

De hecho, el propio candidato que lidera las encuestas adelantó el domingo pasado en un programa dominical que tiene conocimiento que se preparan nuevas campañas de descrédito en su contra, sin atreverse a mencionar ninguna en concreto.

De confirmarse la volada, tal como ocurrió con el gabinete cuando se conoció el caso de las ministras Elizabeth Astete y Pilar Mazzetti, la tabla de posiciones pintada por los encuestadores el último fin de semana podría voltearse de cabeza, gracias al temor al virus. Los vacunados caerían de inmediato y los candidatos del segundo lote se sacarían el premio gordo de la lotería. El fantasma de las vacunas no sería así el gran elector, pero si el gran descalificador.

Ante un descabezamiento de quienes lideran las encuestas, el estrecho margen que separa a los que se encuentran entre el tercer y séptimo lugar abriría una Caja de Pandora, pues cualquiera podría heredar los votos migrantes de los caídos y todas las proyecciones y cálculos hasta aquí hechos volverían a fojas cero. La semana santa vería nuevos consagrados, quienes sin saber cómo vivirían un verdadero sábado de gloria.

Pero una cosa es la política-ficción y otra la dura realidad. Más que en la ayuda de este u otro fantasma los candidatos tendrán que confiar en afinar sus remates de campaña, para (como dicen los aficionados a la hípica) entrar en los bolos.

El repunte de Lescano , López Aliaga, de Soto, Verónika, Acuña y Keiko y el rebote de Forsyth, registrados por CPI, demuestran que la opinión del electorado es plástica y que, como reza un programa televisivo, nada está dicho.

El Perú ya ha visto esta película: Lourdes Flores, Vargas Llosa y Keiko Fujimori lideraron pasados procesos electorales hasta 30 días antes. En las cuatro semanas finales, sin embargo, los votantes optaron por un outsider. Opción preferible a la de que cualquier fantasma decida.