Super Mensajes

Germán Alarco

Profesor de la Universidad del Pacífico

 

Sergio Bitar y Daniel Zovatto acaban de publicar en febrero de este año un documento con el título de esta nota. El primero de los autores es un destacado político e intelectual chileno. Fue Ministro de Minería con Allende, de Educación bajo la presidencia de Lagos y de Obras Públicas en el Gobierno de Bachelet; además de Senador y presidente del Consejo Chileno de Prospectiva y Estrategia.

El documento presenta un balance de los efectos provocados por el coronavirus en nuestra región durante 2020, se identifican los principales desafíos y amenazas que América Latina (AL) enfrenta y se propone una agenda pragmática que pone el acento en las oportunidades para una respuesta oportuna y eficaz a esta crisis.

Tiene cinco capítulos relativos al resumen ejecutivo; introducción; escenarios actuales en los ámbitos de la economía, sociedad, política, seguridad con un creciente papel de las fuerzas armadas y una mayor bipolaridad internacional entre China y EE.UU.; algunas propuestas y la conclusión. Hay aportaciones útiles para la actual coyuntura electoral en el Perú. Aquí se requiere análisis prospectivo, mejorar diagnósticos y respuestas creativas.

Desafíos

El desafío que enfrenta AL es colosal, debido a la combinación de Estados débiles, sistemas de salud frágiles, baja calidad institucional y altos niveles de desigualdad, informalidad y pobreza. Como afirmó la CEPAL en julio de 2020 el covid-19 está provocando la peor crisis sanitaria, económica, social y humanitaria de la región en un siglo.

44 millones de nuevos desempleados, subempleados e inactivos. Asimismo, la cantidad de latinoamericanos incapaces de satisfacer las metas calóricas para una vida saludable llegará a los 67 millones, casi 20 millones más que en 2019. 45 millones más de pobres llegando a un total de 230 millones de personas y el número de personas en situación de pobreza extrema y con riesgo de desnutrición crecería en 28 millones, alcanzando a 96 millones de personas. La distribución del ingreso podría retroceder en hasta 20 años.

Cauto optimismo

Bitar y Zovatto señalan que frente a la magnitud de los retos que enfrentamos no debe dar lugar a un pesimismo paralizante, sino a un cauto optimismo. La crisis sistémica que desencadenó la pandemia del coronavirus es también una oportunidad para repensar nuestro modelo de desarrollo, construir un nuevo contrato social y avanzar hacia una democracia más inclusiva, resiliente y de mejor calidad; un anhelo que muchos ciudadanos de la región expresaron durante las protestas sociales de 2019 en varios países latinoamericanos.

No existen salidas fáciles ni atajos. Pero no hay otra opción que empujar ambiciosas reformas para mejorar nuestra posición social, económica y democrática. Nunca como ahora el destino depende de nuestra acción. Los autores señalan que no hay tiempo que perder.

Escenario económico

El esfuerzo fiscal de América Latina se traducirá inevitablemente en una mayor deuda. Esta situación abrirá un nuevo debate sobre la forma de solventar a futuro el enorme déficit. Para una región traumatizada por la crisis de la deuda de la década del ochenta, las políticas de austeridad serán resistidas. El tema de llevar adelante reformas tributarias ocupará los primeros lugares en la agenda política de la región.

Escenario Social

En el frente social, los avances alcanzados a inicios de siglo en la reducción de la pobreza y en el mejoramiento de la distribución de los ingresos lograron sacar a millones de latinoamericanos a la pobreza. Pero, al mismo tiempo, generaron un aumento de las expectativas de bienestar en sectores mayoritarios pobres y clases medias emergentes, que fueron difíciles de satisfacer.

En 2019 varios países de la región experimentaron protestas sociales como no se habían visto en décadas. Su hilo común fue el profundo descontento por la desigualdad imperante. Ciudadanos de Ecuador, Chile y Colombia –entre otros países– salieron a las calles para reclamar por un trato social más justo y por mejor calidad de los servicios públicos.

Las restricciones impuestas por los gobiernos para hacer frente a la pandemia parecieran haber confinado, de momento, las protestas sociales. Pero la situación futura debe analizarse con cuidado. No hay que descartar que en varios países de la región las movilizaciones vuelvan a irrumpir con igual o incluso más fuerza.

Algunas propuestas

Bitar y Zovatto señalan que América Latina debe reforzar su capacidad de estudio de escenarios posibles y de estrategias de desarrollo democrático. La prospectiva es necesaria para anticipar y actuar. Cuando uno se anticipa, las posibles transformaciones aparecen con más nitidez. Y pueden emerger liderazgos que las conduzcan. Anticipar escenarios y tendencias ayuda a identificar nuevos cursos de acción.

La situación actual podría desatar una energía social transformadora. Surge, entonces, la gran oportunidad de realizar transformaciones. Existen escenarios esperanzadores que requieren imaginar programas alternativos para AL. Las propuestas que se presentan en el cuadro 1 buscan lograr un delicado balance entre los enormes desafíos y amenazas que enfrenta nuestra región, con las oportunidades que la pandemia genera.

Nuevo contrato social

Los autores señalan que la pandemia será un catalizador de la lucha por la igualdad. Por ello, un nuevo pacto social será indispensable para absorber sus impactos y los cambios tecnológicos sobre el empleo. Este nuevo pacto social debería contemplar la implantación progresiva de un ingreso básico universal, que garantice la sobrevivencia de todas las personas y les otorgue autonomía para desarrollarse y aportar a la comunidad.

La informalidad del empleo es una causa preponderante de la pobreza. El ingreso o remuneración básica universal podría ayudar a disminuir la informalidad a través de la capacitación y protección laboral, la formalización financiera, previsional y tributaria. Junto a las indispensables reformas tributarias, estos elementos deberían ser los pilares de un nuevo pacto social. La implantación de estas medidas puede ser gradual e incluir la remuneración del cuidado de niños, enfermos y ancianos, realizado principalmente por mujeres.

Se prevé que la automatización y la inteligencia artificial elevarán la productividad, pero también provocarán desempleo entre quienes realizan labores rutinarias. Sin una acción enérgica en favor de la alfabetización digital y la protección del trabajador y su familia durante la transición a nuevos empleos, se elevará la desigualdad.

Reforma de la salud

Una prioridad central será crear un sistema de salud público potente al que accedan todos los habitantes, en condiciones de real igualdad. En América Latina la segmentación entre lo público y lo privado ha provocado diferencias de calidad inaceptables, que contribuyeron a las protestas sociales del año pasado.

Hay que impulsar múltiples iniciativas, desde formar más personal médico, elevar los recursos para investigación científica, a remunerar mejor y coordinar los esfuerzos mundiales de prevención, investigación y financiamiento. Crear un efectivo seguro universal de salud, proveer de medicamentos a precios controlados, elevar la producción nacional de genéricos y reforzar el rol público en producción y distribución. Asimismo, acrecentar la capacidad de prevención, con el uso de tecnologías de conectividad, el seguimiento y tratamiento personalizado.

Ciudades amables

La digitalización y el trabajo a distancia harán posible reducir la excesiva concentración en grandes ciudades. Las megaciudades latinoamericanas sufren deseconomías de escala, deterioro de la calidad de vida, hacinamiento y saturación del transporte público, entre varias otras externalidades negativas. Las ciudades medianas y pequeñas pueden ofrecer una vida mejor.

Los gobiernos deberán crear más espacios públicos y verdes, más rutas para bicicletas y peatones, es decir, un nuevo urbanismo. Mientras las viviendas sociales deberán ser más amplias para habitar un mundo con mayor permanencia en el hogar y con teletrabajo intenso, donde existirá menos espacio de oficinas, menos viajes largos, barrios más cercanos y autosuficientes. Las formas tradicionales de movilidad cambiarán.

Reorientación productiva

AL puede iniciar una política de desarrollo productivo fundada en tecnologías avanzadas. Cada país tiene actividades dominantes basadas en la extracción de recursos naturales, pero no en su procesamiento. La introducción de tecnologías puede ayudar a crear nuevas actividades más competitivas y rentables.

Para ello es necesario concebir una nueva política de desarrollo productivo basada en objetivos e instrumentos para materializarla, apoyándose en plataformas público -privadas. El incremento de la investigación científica y tecnológica, la educación y la innovación son prioridades incuestionables.

Nuevo Estado

Para Bitar y Zovatto las prioridades de la sociedad deben imperar sobre las decisiones del mercado. Una mayor gravitación del Estado en la conducción de la sociedad no implica un aparato central burocrático, ni propietario de innumerables empresas públicas que reemplace a las privadas. Se trata de un Estado que conduzca, incluya e innove. Sin duda, será prioridad elevar eficiencia y probidad en la provisión de servicios y bienes públicos, sin exclusión.

Se trata de transformar y adecuar la estructura para cumplir nuevos objetivos de articular un Estado que privilegie la inclusión social y el desarrollo de nuevas actividades productivas. Se debe apuntar a un Estado solidario, no subsidiario, a un Estado catalizador del esfuerzo de los principales actores nacionales, que impulse la innovación productiva, convocando a empresas, universidades, científicos y organizaciones sociales.

Un mal gobierno daña a la democracia. Por ello, es esencial preparar cuadros políticos y técnicos vinculados a los distintos sectores sociales, que entiendan sus aspiraciones y sean, a su vez, capaces de diseñar e implementar políticas públicas eficaces. El buen gobierno implica elevar la calidad de gestión del aparato estatal para atender a la ciudadanía, emplear tecnologías digitales para proveer buen servicio, agilizar y sistematizar las múltiples tramitaciones, informar y actuar con transparencia y probidad. También, crear buenas escuelas de gobierno de modo que los profesionales que se forman en ellas tengan vocación pública, sepan diseñar, evaluar y ejecutar buenos proyectos y programas.

Conclusión

Bitar y Zovatto concluyen que AL deberá hacer frente a un contexto extremadamente desafiante. Hay muchos motivos para pensar que el futuro se tiñe de negro. Sin embargo, también hay grandes oportunidades que podrían favorecer un cambio innovador para nuestra región. Esta pandemia tiene el potencial de liberar la energía y voluntad social y política necesarias para transformar la actual forma de vivir. Indudablemente, no será un camino fácil. Las personas demandan, con razón, protección, seguridad y un bienestar básico para todos

A juicio de los autores la relación entre mercado y Estado va a sufrir un giro dramático, del cual el Estado saldrá fortalecido. Es lo que muchos ciudadanos de AL están exigiendo sin importar su color político: un Estado fuerte, eficaz y transparente que asegure las condiciones mínimas para vivir de manera digna. Ojalá sea así en el Perú.

Si en los próximos meses y años las sociedades latinoamericanas no establecen servicios básicos para todos —en áreas como salud, alimentación, empleo y educación — las protestas sociales probablemente adquieran una magnitud mayor. El desafío pasa en cómo canalizar estas legítimas demandas ciudadanas para darles respuestas institucionales y que sean sostenibles financieramente.

Nuevo liderazgo

Frente a esto el liderazgo político latinoamericano necesita debatir y elaborar con responsabilidad y creatividad una nueva agenda con la ciudadanía que apunte a recuperar la confianza en la política, sus élites e instituciones, garantizar la gobernabilidad democrática, redefinir el contrato social y repensar el modelo de desarrollo para cumplir los compromisos de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas.

La travesía de esta triple crisis sanitaria, económica y social será prolongada y ardua. Pero de esta surgirán oportunidades para construir una sociedad más democrática, solidaria y sostenible. El futuro se construye con ideas, voluntad y mayoría social, con una agenda dirigida a aprovechar las coyunturas favorables y recorrer una estrategia de largo plazo para sortear con éxito las situaciones adversas.