Super Mensajes

No es novedad que la discriminación racial y el clasismo se cuelen tanto en la vida cotidiana que sus manifestaciones pasen desapercibidas para muchos. La (mala) costumbre con la que los medios de comunicación catalogan a las personas según dónde viven es tan arraigada que es costoso hacerla notar. Así, cuando el interés noticioso sea por una situación ocurrida en San Isidro, Miraflores, Surco o San Borja entonces los “vecinos”, como dirán los medios, serán entrevistados solo si lo autorizan. Si la noticia ocurre en Puente Piedra, San Juan de Lurigancho o Comas, entonces serán los “pobladores” los protagonistas de la nota. Y si vives en La Molina, pues a tener cuidado, ya que según en qué zona quede tu casa podrás ser “vecino” o “residente” y en otras, simplemente “morador” o “habitante”.

Esta es una historia vieja que se repite constantemente y que este año tomó especial énfasis cuando, en medio de la pandemia, a un grupo de personas se les arrebató su condición de ciudadanos para denominarlos “caminantes” al decidir volver a sus regiones y dejar la gran ciudad. Lo mismo ocurre con la distribución territorial en la capital, donde, desde la mayoría de encuestadoras la ciudad se divide geográficamente, excepto en la (mal llamada) Lima Moderna. Por ello, nuevamente se puso al descubierto en redes sociales una segmentación poco feliz del territorio para la cobertura del servicio a domicilio de una pequeña tienda de ropa. Así, ellos optaron por dividir (sin ninguna mala intención, seguramente) la capital en Lima “metropolitana”, Lima “alrededores” y Lima “rural” ubicando antojadizamente y a su propia conveniencia los distintos distritos de la ciudad y del Callao (jurisdicción a la que siempre suelen meter en el mismo saco de la capital).

La ausencia de un conocimiento real de la ciudad por parte de sus ciudadanos no es solo consecuencia de su inmensidad y la ausencia de un sistema de transporte que acerque y conecte, sino también del desinterés por parte de muchos de conocernos. Hay quienes solo aceptan vincularse con los del club y no están dispuestos a romper esas barreras, esa distancia que los separa.

Tanto la calificación hacia las personas como la identificación geográfica de los distritos expresan prejuicios y generalizaciones que perjudican la noción de una identidad colectiva. Divide una ciudad inmensa que, naturalmente, es diversa y heterogénea, pero que cada vez encuentra más difícil sentirse como parte de un todo. Esto es grave y puede agrandar brechas sociales y generar más conflictos. ¿De qué manera podemos hablar de una ciudad para todos si ni siquiera conocemos nuestro propio territorio? Es momento de que repensemos la capital y que los ciudadanos y ciudadanas que la habitamos construyamos colectivamente esa ciudad que compartimos para dejar atrás divisiones absurdas tanto físicas como mentales.