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Chabuca o Ernesto. Ernesto o Chabuca. En el caso de la Chola Chabuca y Ernesto Pimentel, la línea es difusa. No sabemos quién sobrepasa a quién. El artista es un nombre en sí mismo, con un asiento dentro del jet set peruano. El personaje, por su parte, es de los pocos sobrevivientes de los tormentosos años noventa. Permanece no solo con vigencia, sino en la cúspide: un programa de TV, un circo de Fiestas Patrias, grandes shows de El Reventonazo. Y ahora una película.

Fue a comienzos de la década de los años noventa cuando el personaje de la Chola Chabuca empezó a configurarse. Un hombre vestido de una mujer del Ande. Pero con tintes pícaros y aires festivos, coloridos. La escalada fue rápida. Ya consolidado en ambientes nocturnos, la Chola fue invitada pronto a la TV, acaso el lugar donde se fabricaban las estrellas por aquellos años.

La película de Ernesto se esfuerza por describir que el recorrido costó sudor y lágrimas. La muerte de su madre, la llegada a una Lima de escasas oportunidades, y la necesidad de ser “artista” y no una estrella fugaz se convirtieron en las aristas que comenzaron a intervenir todas sus decisiones. Poco le costó a Chabuca ganarse el cariño o la popularidad, y llegaría al fin del milenio ya con un nombre propio en una televisión que experimentaba torpemente acercarse a los Andes con personajes como la Chola Euduviges (Guillermo Rossini),Nemesio Chupaca Porongo (Tulio Loza) o la Paisana Jacinta (Jorge Benavides).

CHABUCA. El personaje nació en los noventa, bajo un contexto de crisis.
CHABUCA. El personaje nació en los noventa, bajo un contexto de crisis. (KELVIN GARCIA/)

“La diferencia con la Paisana Jacinta era que el personaje de JB tenía más un tono de burla, era más agresiva y buscaba naturalizar los prejuicios sociales. Por otro lado, la Chola Chabuca dejó de lado el factor étnico y generó, más bien, una identidad propia de celebración, por el otro, por la integración”, explica el antropólogo Alex Huerta Mercado, profesor de la Pontificia Universidad Católica del Perú, quien, además, subraya que pronto el personaje de Ernesto dejó de representar solo a una “chola” per se para dar paso a un personaje en sí mismo.

“También sabemos parte de su vida, su lucha. Representa, frente a un grado de pesimismo, una respuesta de resistencia. Además, tiene la buena onda de invitar a artistas, de promover a otros talentos. Son valores positivos para la gente”, continúa el autor del libro El Chongo peruano. Antropología del humor popular (Mitin: 2019).

VIDAS SECRETAS

Pero el carnaval también se puede acabar. Y, en el caso de Pimentel, ha ocurrido dos veces. La primera, en 1999, cuando, despojado de sus tacones y polleras, aceptó en TV ser portador de VIH. Eran tiempos de estigmas y de chismes insufribles. Lo hizo con valentía, pero empujado por Alex Brocca, una expareja suya, quien había salido días antes a afirmar que mantuvieron una relación amorosa por una década.

El telón se cerró tras la muerte de Brocca en 2004, pero se ha vuelto a abrir. En Chabuca, la película, se cuenta sobre este romance con el bailarín. Episodios de toxicidad y agresiones. Dibuja a Brocca con aires de egoísmo, violencia y demasiado interés por el dinero. Pero como si de una venganza cocinada se tratara. Brocca, sin poder hacer más, ha respondido. Lo ha hecho con su libro Canto de dolor (2000), que se ha regado por Internet. Es un testimonio tan revelador como desgarrador, en el que describe este amorío y los excesos cometidos por Pimentel. La comidilla de toda la semana.

“La película como eje narrativo tiene parte de ese romance y una sola parte de esa versión. Entonces, despierta las ganas de desempolvar algo para contrastarlo”, puntualiza el profesor. “Y son historias de amor porque proyectamos ahí también los sentimientos que todos vivimos. Es en la emocionalidad de la intersección, en los errores de los personajes de farándula, que nos encontramos todos. Antes eran personajes lejanos, pero nos damos cuenta de que son tan humanos como nosotros”, agrega. Hay comidilla para rato.

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