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Murió el entrenador argentino César Luis Menotti, un referente obligatorio de mi juventud futbolística, así que hoy voy a escribir de este personaje. Dentro de la —falsa— dicotomía Menotti-Bilardo, prefiero por lejos al primero, pues nunca me gustó el fútbol bronco, defensivo, sucio y mañoso de Bilardo. Este estropeó por años al deporte con esa moda de poblar el mediocampo con cinco jugadores y atracar el juego allí.

Tampoco Menotti era muy santo de mi devoción. En lo personal era, al igual que Bilardo, la caricatura del típico argentino arrogante y palabrero (encima Menotti usaba hasta de viejo una peluquita que ya le lloraba, tal como lo hace ahora Gareca. Todo tiene su edad),ese porteño que la pega de sabihondo y opina con suficiencia de cualquier tema (aunque los modales y cultura de Menotti eran bastante mejores).

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Como persona, nunca me gustó la hipocresía de Menotti, que, aparte de arrogante y bocón, iba de comunista por la vida (era muy resentido social por la infancia que le tocó) cuando disfrutaba a fondo de la vida burguesa, y de muy crítico posterior de los militares argentinos cuando fue tan sumiso con la dictadura en su momento. También Menotti era muy argollero: no convocó para el Mundial 78 a nadie del Boca Juniors (el arquero Gatti, el sensacional centrodelantero Brindisi y los dos punteros Perotti y Mastrángelo eran muy buenos; algunos superiores a varios titulares argentinos) ni tampoco al ya genial adolescente Maradona.

Y no olvidemos que Argentina pasó a la final por corrupción, pues Perú evidentemente se vendió y perdió 6-0 cuando Argentina necesitaba cuatro goles para superar a Brasil. Una vergüenza y sinsabor más de esos que nuestro país gusta de regalar a menudo. Tras el Mundial del 78, Menotti no demostró ya mucha valía y no le fue bien dirigiendo a Argentina en el Mundial del 82 y después al Barcelona, Atlético Madrid, Sampdoria, River Plate y Peñarol. Me imagino que estará ahora al lado de sus amados Che Guevara y Fidel Castro.

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