Super Mensajes

Hace varias semanas venimos anunciando el descontento generalizado que hay en el país con el gobierno central y, sobre todo, con el Congreso. Ahora que han salido nuevas encuestas, se confirma la desaprobación que está llevando al límite la gobernabilidad del país.

Esta situación es muy bien aprovechada por sectores radicales y, por eso, no son de extrañar los anuncios de nuevas movilizaciones; inclusive se habla de una nueva marcha sobre Lima. En realidad, cada despropósito cometido por nuestras autoridades les va a pasar factura.

Parecería que en el Congreso se sienten omnipotentes y con toda la impunidad han estado blindando delincuentes y tomando instituciones independientes, que son claves en el equilibrio de poderes, por lo que la indignación colectiva viene creciendo y podría manifestarse ya no solo en el sur del país.

Estuve viajando por diferentes regiones y lo que más me ha sorprendido es el descontento con las autoridades nacionales y la beligerancia, ya no solo en el sur sino también en el norte del país, donde la situación del mal manejo de los embates de la naturaleza, la falta de trabajo, la inseguridad ciudadana y, sobre todo, ese pesimismo se los atribuyen directamente al gobierno central y al Congreso.

Parece que el Ejecutivo y el Congreso viven en una realidad paralela y están teniendo una pésima lectura política —yo diría miopía— del descontento ciudadano, que después se va a manifestar, evidentemente, a través de marchas y protestas. La diferencia será que ahora convocarán a movilizaciones masivas en todo el país.

El gobierno de Boluarte ha claudicado ante el Congreso. La apreciación generalizada que se tiene es que ha terminado avasallada por un Parlamento totalmente desprestigiado y, por ende, también va a ser arrastrado por su descrédito al cadalso.

En esta nueva arremetida ciudadana, que se viene gestando en diferentes regiones, para cuestionar al gobierno, las manifestaciones ya no serán políticas, sino, más bien, movilizaciones ciudadanas, como las que se gestaron en su momento por la llamada ‘Ley Pulpín’ o contra Merino. Guerra avisada no mata gente, dice el dicho.