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El calentamiento global ya no es solo una preocupación distante. Sus efectos ya se sienten en las ciudades, y quienes más sufren son las poblaciones vulnerables. Las altas temperaturas que hemos sufrido en Lima en las últimas semanas nos acercan a ese futuro que antes se creía lejano pero que es una realidad palpable.

En estas junglas de concreto, el calor se atrapa entre edificios y carreteras, creando islas de calor que castigan a los habitantes. Los más afectados son aquellos que viven en áreas densamente pobladas y carecen de acceso a espacios verdes o siquiera a servicios básicos. Para todos, pero especialmente para ellos, el calor no es solo una molestia; es una amenaza para su salud y bienestar.

Esta semana se presentó la estrategia “Clima Urbano”, una iniciativa promovida por Sistema Urbano para monitorear y promover la resiliencia frente al cambio climático en nuestras ciudades. Así también se presentó el estudio “Clima y resiliencia en la mirada urbana: Reporte de percepciones sobre el cambio climático y riesgos en Lima y Callao”, que nos muestra cifras muy relevantes.

Por ejemplo, el 70% de la población de Lima y Callao considera que el calentamiento global es causado por actividades humanas. Esta percepción se acentúa mientras más alto es el nivel socioeconómico. Por otro lado, el 77% de limeños y chalacos considera que el calentamiento global afectará a todas las personas por igual. Además, un 68% considera que afectará más a las personas en situación de pobreza en comparación con quienes no se encuentran bajo esta condición. La vulnerabilidad de las mujeres frente al calentamiento global es poco reconocida por la población. Solo el 16.5% opina que el calentamiento global afectará más a mujeres que a hombres. Más del 67% considera que les afectará la falta de agua y alimentos, así como tendrán problemas de salud, a consecuencia del calentamiento global. El 50% de mujeres están preocupadas por la ocurrencia de huaicos, mientras que esta preocupación en hombres es de solo 36.2%.

Estas cifras son reveladoras y nos permiten entender el gran reto al que nos enfrentamos en nuestras ciudades. La adaptación climática debe abordar estas desigualdades. La planificación urbana debe priorizar la creación de espacios verdes accesibles, aumentar la eficiencia energética de los edificios y promover formas sostenibles de movilidad, además de mitigar las vulnerabilidades. El costo de la inacción es demasiado alto, y las consecuencias recaerán desproporcionadamente en aquellos que menos pueden soportarlo.