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La historia es imprecisa, como lo son todas cuando se reconoce que la disciplina histórica es una ciencia, pero también, al estar sujeta a la narrativa, tiene elementos de ficción.

Érase una vez un relojero suizo Abraham Luis Breguet que emigró a la Francia prerevolucionaria, en tiempos cuando reinaban el mediocre Luis XVI y su esposa María Antonieta, a quien llamaban “Madame Déficit” por su comportamiento derrochador. La reina era muy impopular, y quizá, porque comprendió la fugacidad del poder o por escapar de la sensación de ser rechazada por colaboradores y enemigos, se rodeó de una pequeña corte de aduladores que le organizaban pomposas fiestas y eventos sociales.

Volvamos al reloj o, mejor dicho, al relojero. Breguet, quien fue un gran inventor, se empeñó en que su obra maestra fuese la que le encargó un admirador de María Antonieta y dedicó buena parte de su tiempo a crear un reloj de bolsillo con muchas innovaciones. Este artefacto se conoció como “el Breguet No. 160″. Sin embargo, la ejecución del encargo se vio interrumpida por la ejecución de María Antonieta durante la Revolución francesa, lo que dejó la obra inconclusa hasta que su hijo la completó en su nombre.

Después vino el régimen del terror de Robespierre, que desembocó, gradualmente, en el imperio de Napoleón y su esposa Josefina, otra apasionada portadora de relojes Breguet. Luego volvió la tradición de castillos, torres y reyezuelos que intentaron perpetuarse en el poder y la república se sostuvo en un baluarte para combatir a agitadores que buscaban volver al viejo desorden y los relojes Breguet 160 quedaron en el olvido (¡otros sí fueron noticia!) hasta que en 1855 el alcalde de Londres, David Solomons, compró la colección. Como podemos apreciar, en esta historia hay reinas sin mayor poder y alcaldes ricos, pero ese es otro asunto.

La colección de relojes 160 fue robada en 1983, pero, dado que el ladrón no pudo vender todos, 39 se han conservado y desde entonces, están en exhibición. Hoy, el Breguet se considera la segunda marca más valorada y lujosa después del Rolex, pero no vimos de ese tipo, por ejemplo, en la muñeca de Lady Di.