Super Mensajes

Por: Ailen Pérez Burneo

Un buen día, el “guionista militante” que nunca dirigiría una película tuvo que enfrentarse a ese campo ajeno. Le habían dicho, a modo de queja, que él solo escribía las escenas desde su casa y que no tenía idea de las dificultades que suponía rodarlas. “Es verdad, no tenía idea”, dice Fernando León de Aranoa sentado en una mesa que se tambalea en el mítico café Barbieri, en la plaza de Lavapiés, en Madrid. Debutó en el rodaje del cortometraje Sirenas. Y nunca más paró. Cayó rendido al oficio y de a pocos fue intercambiando esa sentencia antigua por una nueva vocación.

Incluso antes de empezar a escribir, Fernando ya era un dibujante. En Zarauz (País Vasco),el pueblo de su infancia, nacieron sus primeros dibujos. Años después, ya en su juventud, empezó a perfeccionar su técnica en figura humana para postular a la facultad de Bellas Artes. Quién diría que León terminaría estudiando Imagen y sonido en la facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid porque, desde la administración, le dieron la fecha del examen de dibujo equivocada. Llegó un día después.

¿Qué es el cine para mí? Un hallazgo, me dice. Y la ficción una herramienta para interpretar el mundo, su mundo. “Es por egoísmo, por interés propio”, confiesa. La última semana de todos sus rodajes siempre cae enfermo, piensa que no podrá terminar de rodar, pero la vocación se arma de valor, siempre se impone. Ante todo, Fernando es un tahúr que no se cansa de arriesgar.

Has dicho que primero escribes para ti y después para el otro.

Es una reinterpretación de una cita de tu compatriota (Julio Ramón) Ribeyro. Él decía que primero escribía para él y luego para su editor. La primera versión de mis guiones siempre las hago para mí. No pienso en nada más. Si no hay disfrute en el proceso creativo, es imposible que este sea interesante.

Te consideras más retratista que ensayista.

Me gusta mucho trabajar desde los personajes en mis historias. Pero ese descubrimiento fue un proceso. No lo tuve tan claro hasta Barrio, y lo terminé de comprender en Los lunes al sol. Acostumbro hacer relecturas enteras del guion desde todos los personajes secundarios. Si no, corro el riesgo de olvidarme de ellos y convertirlos en estereotipos. Siempre escribo sus escenas como si fueran protagonistas.

¿Qué tanto participas en los procesos de casting?

Mucho. Es un privilegio ver a tu personaje en manos de siete actores distintos que han traído su manera de interpretarlo. Es muy enriquecedor.

No escribes en función de un actor en particular.

Eso es algo que un buen actor agradece: que sea un reto. Si lo hago, es probable que escriba cosas que sé que puede hacer. Tiene que ver con el hecho de haber sido guionista durante muchos años. Me imaginaba a los personajes en el aire. De hecho, los dibujaba, y nunca lo hacía con actores conocidos. Generaba formas que expresaban un fenotipo.

¿Qué queda hoy de ese dibujante?

Uso el dibujo como entretenimiento, y muchas veces como herramienta en las películas. Princesas, Los lunes al sol y Amador las he dibujado completas. Ahora solo lo hago con las escenas más complejas y con todas las escenas de cama.

¿Te sientes más cómodo en el lenguaje literario o en el cinematográfico?

En el literario. Aunque he ido aprendiendo a relacionarme mejor con la dirección. He aprendido a convivir con todos los márgenes de frustración que la dirección y la producción traen. Pero necesitas dos personalidades distintas: la que escribe, que era la mía cuando empecé a trabajar y que es mucho más privada, y la otra, que tuve que inventarla.

Una de las primeras ideas que tenías claras antes de rodar Sintiéndolo mucho, la película sobre Joaquín Sabina, era que querías huir del maniqueísmo.

Me gustatrabajar y hablar de la gente que admiro, pero no hacer una geografía sobre ellos. Es necesario mostrar las vulnerabilidades, preocupaciones, dudas. No es tan habitual que un personaje se deje contar a sí mismo y que no tenga inconveniente en mostrar esas cosas. Eso le da verdad a la historia.

Tampoco buscabas que el documental fuese testimonial.

Siempre pensé que tenía que estar compuesto por situaciones vivas y no por testimonios de 15 personas que hablen sobre él. Eres tú el que tiene que ir, meterse en ello, tener una percepción y filmar.

Siempre has intentado escapar de lo coyuntural a la hora de hacer ficciones o documentales. ¿Crees que este documental será vigente?

Espero que sí. Lo que intento hacer es mostrar el retrato del alma y del día a día, de las dificultades y logros de un artista. Y creo que esta película puede aplicar también a la gente a la que no le gusta Joaquín (Sabina). Se trata del descubrimiento del universo creativo, los miedos y entusiasmos que lo alimentan. La relación con el oficio. La película podría trascender la figura de Joaquín.

Retratas las complejidades del artista. ¿Cuáles crees que son las tuyas?

A partirde unadeterminada edad empiezas a sentir que el tiempo es finito. A lo mejor no tienes tiempo para contar todo lo que quieres. Recuerdo que (Adolfo) Bioy Casares convirtió en cuentos todas las ideas que tenía, así les daba salida y podía terminar de expresarlas. Una de las preocupaciones que tengo es esa, la de no poder contarlo todo.

AUTOFICHA:

Nació en Madrid, en mayo de 1968. Es escritor, director y dibujante. Ha escrito y dirigido, entre otras, las películas Familia, Barrio, Los lunes al sol, Princesas, Amador, Un día perfecto, Loving Pablo, El buen patrón y el documental Sintiéndolo mucho, su último trabajo.

La proyección del documental Sintiéndolo mucho se llevará a cabo el viernes 15 de marzo en Umbral Cine, ubicado en la calle San Francisco 204, interior 110, en la ciudad de Arequipa, a las 5 p.m. La entrada es libre. Más información en el Instagram umbralcine.

Fernando León fue el invitado especial del festival Censurados, que, posicionado como uno de los más importantes de cine independiente en nuestro país, cumplió su décimo aniversario y celebró esta edición en enero en Arequipa. Allí, León impartió una master class sobre sus procesos de creación.

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