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El reciente estreno de la película ‘Chabuca’, basada en la vida de Ernesto Pimentel, abrió una caja de pandora y se ha recordado a Alex Brocca, expareja del conductor también conocido como la ‘Chola Chabuca’. El bailarín peruano murió tras una dura lucha contra el sida, enfermedad que le fue diagnosticada en sus últimos años de vida y por lo que decidió escribir el libro autobiográfico ‘Canto de dolor, no repitan la canción’, que no dejaría muy bien al presentador de televisión.

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El material escrito, que ya no se encuentra en circulación, incluye el capítulo ‘Él y yo, dos mundo intrincados’, donde Alex Brocca narra extensamente desde su primer encuentro hasta el final de su relación con el líder de ‘El Reventonazo de la Chola

“Cuando lo conocí, Hernán Pretel (Ernesto Pimentel) no tenía ni pizca de la fama que hoy tiene, era un simple bailarín que acababa de conseguir participar en una obra teatral para niños. Si algo me fue enganchando a su vida, no fue precisamente una fuerte atracción, sino la ternura con que se me acercó para conquistarme. Ese afecto, que siempre creí sincero, me llevó a amarlo sin darme cuenta”.

“Llegó a mi vida cuando estaba carente de amor, no tenía ni un perro que me ladrara, o por lo menos era eso lo que creía. Si otros me buscaban y hasta me asediaban, lo hacían para pasar un buen rato y nada más, con él todo parecía distinto, a pesar de que desde el principio se atrevió a decirme que sólo quería que fuésemos amantes. ‘He tenido parejas, nunca amantes. No sé cómo se lleva una relación de amantes, ni me interesa saberlo’, y aunque le dijera aquello, buscaba estar a solas conmigo. Francamente yo no sabía si estábamos o no. Juntos, él era pura ternura; ninguna otra pareja me había tratado con tantas atenciones. Sin embargo, cuando se lo proponía era lo suficientemente cruel para sacarme de cuadro”.

En el libro menciona que uno de los motivos por el que habría perdonado sus desplantes es su actitud frente a los niños y lo dura que fue su niñez. Más adelante cuenta que se sintió mal por la conducta indiferente que habría mostrado el conductor frente a un difícil momento de salud que atravesó.

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“Hablaba con sentimiento de los niños pobres que conoció, de la ayuda que en esa institución halló y de por qué no pudo ser completamente feliz allí. Por esas penas que venía, perdoné su rudeza conmigo. Ni siquiera había conocido un amor de verdad (...) Nunca dijo que me amaba, por más que le rogara, su expresión seca era: ‘Si estoy contigo es porque me importas mucho, eso debería hacerte más que feliz’. Sin embargo tenía detalles conmigo, pero igual hacía cada cosa que me removía la azotea. como cuando tuve la mala suerte de accidentarme en la Escuela”.

“En una clase de expresión corporal, al abrirme de piernas, me caí y sufrí un desgarré muscular que me envío dos semanas al hospital. Lo llamaron, porque para nadie era novedad que algo había entre nosotros. Me llevó al doctor de la institución que tanto me había hablado: allí me recomendaron que fuera al hospital para que me sacaran placas, porque temían que podía ser una luxación de la cadera. No podía mover la pierna porque me dolía horrores. la tenía totalmente hinchada, entonces confíe en la preocupación de Hernán, pero, oh sorpresa, cambió de reacción. ‘Toma cuatro soles para que te vayas al hospital’, dijo acompañándome solo al paradero, y por más que le dije que me acompañara porque me hacía difícil caminar, su “no” fue radical. No tuve más remedio que suplicarle que llamara a mi mamá para contarle lo sucedido”.

“Ella fue a verme al hospital Carrión. Fueron también las hermanas Prado, Arni y otros amigos, y hasta un pretendiente que siempre me llevaba peluches, pero Hernán no apareció jamás. Ya repuesto, al tercer mes, le encaré eso en la Escuela. ‘Si ya tenías quién te fuera a llevar regalitos no era necesaria mi presencia, además sabía que ya estabas bien’, respondió con enojo. Nuevamente, en lugar de disgustarme esa frialdad, me conmovió su escena de celos, y volvimos como siempre”.

Chola Chabuca
Chola Chabuca

ALIMENTÁNDONOS SOLO DE AMOR

Luego de retornar su relación, llegó el golpe de Estado de Fujimori, lo que los habría dejado sin trabajo. “Éramos el hambre y la necesidad unidos sin saber qué hacer, alimentándonos sólo del amor que nos teníamos, amor que a veces sabía al mejor manjar y, otras, a comida avinagrada”, escribió.

“Eran épocas en que almorzábamos arroz con huevo frito y lateábamos, porque ni siquiera teníamos para el micro. Muchas veces, sólo para acompañarlo, íbamos a pie desde su casa, en la cuadra doce de la avenida Arequipa, hasta la avenida Aviación, donde aún queda el Perseo”.

En los capítulos finales cuenta cómo le dieron el diagnóstico de su enfermedad, cómo se desarrolló en su organismo y la medida en la que Pimentel se involucró en su vida tras confirmarse que tenía sida.

Finalmente, le hace una larga dedicatoria:

“HERNÁN: Sólo quería que tu corazón fuera mi refugio, ¿eso fue pedir demasiado? A veces soy algo torpe, en vez de llorar río nerviosamente; en vez de vivir, muero. Debí comprender que te hallé ya lastimado y que no buscabas otra cosa más que herir para vengarte, y, lógicamente, quién si no yo tenía que servirte para eso. No importa, tardé un poco en darme cuenta, pero yo también estoy haciendo lo mismo, pero a mi modo. También tenía que herir a alguien antes de empezar a lamentarme por el rumbo que han tomado las cosas, y ese alguien que escogí fui yo mismo, no tú, no le equivoques. Tú me pusiste la soga pero yo me ahorqué. No escucho el látigo de tus palabras, pero siento piedras y lanzas, sin embargo ya no habrá peor dolor (...) ¿Quieres que te diga una cosa Hernán? Pude hacer algo sin ti, esta es la muestra y, como te lo repito, me lo hice a mí mismo. Da miedo pensarlo, pero ya mi pensamiento está en blanco. Me siento como en el cuento de la lámpara de Aladino, cuando el personaje desperdicia su tercer deseo antes de acabar de comprender lo que ha hecho; tal vez haya perdido la oportunidad de ser feliz, pero no la valentía de delatar mi propia vida a cambio de que otros no repitan nuestros errores”.

Dedicatoria a sus padres:

“PAPA Y MAMA: Me dolió que alguien a quien quise mucho en todos los años que le dedique nunca haya dicho te amo. Será que cuando salen fácilmente esas palabras es cuando menos se ama o qué sé yo, pero el caso es que yo nunca se los dije: los amo de verdad. Si se equivocaron, yo me equivoque más. No fui lo que soñaron, pero se que me aman y eso es demasiado para mí”.

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