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Lo que debería ser un ambiente verdaderamente festivo para la democracia en los Estados Unidos de América ante la inminencia de la juramentación de Joe Biden como el cuadragésimo sexto presidente de su historia nacional en 244 años, viene siendo gobernado por una creciente tensión en la capital del país, ante la cada vez más ruidosa información de que estarían llegando a Washington unas 4000 personas armadas, adictas a Donald Trump, presidente saliente, para eventualmente volver a crear un clima de violencia como el sucedido en la toma del Capitolio, sede del Congreso Nacional, en días pasados. Frente a este preocupante contexto, la ciudad de Washington viene siendo blindada al máximo y así evitar los desmanes que todos vimos con horror. En los últimos días, se ha visto a miembros de la Guardia Nacional pernoctar en los pasillos del propio Capitolio, lo que sigue transmitiendo al mundo un mensaje muy malo de Estados Unidos. La violencia se está apoderando del país y sería muy riesgoso para su propia estabilidad que se convierta en una regla como sucede en naciones del globo realmente vulnerables. Nadie creyó que Estados Unidos viviría una circunstancia de inseguridad nacional tan atípica y solamente comparable al 11 de setiembre de 2001, en que el país más poderoso de la Tierra, fue atacado por el grupo terrorista Al Qaeda, coludido con el grupo Talibán que por ese año se mantenía al frente del poder en Afganistán. Un nuevo episodio de violencia en el país sería realmente muy grave para la estabilidad nacional y podría constituirse en el punto de partida de su temida pero auténtica decadencia. El presidente saliente, que se halla en una posición política completamente desventajosa, debería dar señales para garantizar, en su condición de jefe Estado, que la juramentación de Biden se realizará sin sobresaltos. Es su deber pero también se trata de una medida a la que está más obligado que cualquier ciudadano estadounidense, dado que fue el propio Trump, el inobjetable responsable de la barbarie que nadie quisiera recordar en la historia del país.