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Una vez conocidos los nombres de los candidatos a la Presidencia de la República, a estos se les debería exigir un acta de compromiso con todo lo que prometan en campaña para que, de no cumplir lo ofrecido, puedan ser denunciados por estafa. Claro, sería lo ideal, aunque sea una ilusión. Tal vez la carencia de una educación de calidad sea el motivo más fuerte de no saber elegir a nuestras autoridades. El otro puede ser la falta de información. Pero, si estos postulantes inducen al elector a cometer el error en las urnas, como ocurre a menudo, hasta un erudito podría caer en la trampa.Lamentablemente, nada garantiza que las promesas electorales se cumplan, salvo la fe en ciertos aspirantes a cargos públicos. ¿No estamos desprotegidos ante la avalancha de propuestas que se nos viene? Puede ser, pero aquí entra a tallar el interés de los ciudadanos por su derecho y obligación a emitir un voto informado.El 2014, Waldo Ríos postulaba al Gobierno Regional de Áncash. Su promesa de oro era entregar 500 soles a cada familia pobre. Llegó a ganar. Nadie recibió nada. Se hizo una investigación, pero el daño estaba hecho. Años atrás, rumbo a la presidencia, Ollanta Humala ofreció el balón de gas a 12 soles. No cumplió y, por su puesto, no pasó nada.Pronto ya no solo estaremos ante la falta de propuestas, sino frente a las trampas de ciertos políticos. Detectar los infelices ofrecimientos será tarea de la prensa, de los mismos contrincantes y de la ciudadanía. ¿Por qué la reforma política no incluye alguna garantía para los electores? Y no respondan con que para eso están los pactos éticos. Como no habrá respuesta válida, queda en nosotros anotar y desechar a quienes ofrezcan lo inverosímil.