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Los sentimientos de los padres a los hijos tiene un valor incalculable, pero el amor que pueden sentir los abuelos hacia los nietos es, indescriptiblemente, maravilloso. En medio de tanto dolor, incertidumbre y desinformación aparece este emotivo relato de un sueño cumplido a una quinceañera, en Chiclayo, región Lambayeque, en estos terribles tiempos de pandemia.

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La difícil situación que vivimos mundialmente por el coronavirus es -definitivamente- aterrador y preocupante por las cifras de muertos y contagios que continúan en aumento. No obstante, en el Perú, miles han perdido a un ser amado (sin poder apenas despedirse con un beso frente a su tumba),otros, infectados con este mortal mal luchan incansablemente por sus vidas solos e inconscientes en una camilla de UCI de algún saturado hospital.

Una ilusión

También está el grupo de los sobrevivientes quienes intentan rehacer su vida y acostumbrarse a la ‘nueva normalidad’; sin embargo las secuelas dejadas por el virus en sus cuerpos les hacen saber que ya nada será como antes. Esta es una historia real con un final feliz. Pese a este terrible panorama, una muy ilusionada quinceañera logró su anhelado sueño: bailar el tradicional vals por su cumpleaños con sus abuelos.

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Y lo hizo, pero en pleno confinamiento. Sucedió con la inesperada visita a sus entrañables parientes. La llegada de sus ‘quince’ para Carla Mariana fue en octubre del año pasado pero debido a la crisis sanitaria a nivel nacional apenas recibió saludos y mensajes de felicitaciones por su celular.

Todo empezó cuando, hace unas semanas, partió de Lima junto a su padre para acompañarlo a Piura. Desde luego tuvo mucho cuidado en su desplazamiento para evitar enfermarse. Antes de regresar a la capital, donde radica hace varios años, pasó por Chiclayo para visitar a sus abuelos (paternos),don Pepito y doña Adita, con quienes vivió en su casa desde que nació hasta cumplir los 6 años.

Ella no llegaría sola, ya en la ‘Capital de la Amistad’, le confirmaron que su prueba del COVID, dio positivo. En esta ciudad norteña debía realizar la cuarentena y así lo hizo por el bien de todos. Compartir gratas conversaciones, degustar de sus platillos favoritos; y entrelazarse en emotivos abrazos y besos tenía que aún esperar más tiempo. La nieta mayor se aisló en su habitación de cuando era una niña y junto a sus queridos abuelos cumplieron al pie de la letra las recomendaciones de los especialistas. Para evitar posibles contagios hizo que ella nunca bajara la guardia y llevó su confinamiento con mucha responsabilidad y madurez.

Tras más de una semana y luego de una prueba médica, confirmaba que el peligro ya había pasado. Entre sollozos, por fin los tres se abrazaron. Pero antes de su próximo regreso a Lima sus abuelos le tenían preparada una inolvidable sorpresa. Una modesta decoración en la sala, los globos con el número 15 y una torta en la mesa hizo presagiar que la tarde del último fin de semana quedaría grabado en la mente y, particularmente, en el corazón de la ahora adolescente.

Sin mariachis ni el vestido rosa

Esta vez no hubo mariachis, menos invitados y tampoco lució un hermoso y elegante vestido rosa. Fue entonces que en ese momento sonó el tradicional tema: Tiempo de Vals (del cantante Chayanne y muy bailada en eventos sociales) cuando don Pepito tomó de la mano a la mayor de sus seis nietos y empezaron a bailar; mientras que su abuela, doña Adita, esperaba ansiosa su turno para seguir los pasos al compás de la música .


Las lágrimas de felicidad se hicieron notar expresándose mucho cariño entre los tres y repitiéndose a cada momento que se extrañan. Recordaron varias anécdotas. La insólita y tierna celebración fue seguida por sus demás familiares, algunos en el extranjero, que apoyados con la tecnología no se perdieron cada detalle a través de la videollamada con celulares y laptos.

El deseo de la homenajeada era más que obvio: que esta pandemia llegue a su fin a través de una potente vacuna y que Dios brinde mucha fortaleza a quienes perdieron a un ser querido por este maldito virus.

Solo una parte de la población en el Perú al parecer es consciente de la gravedad de este virus. Otros, lamentablemente, no y lo desafían, particularmente los jóvenes que abusan de su suerte y son captados en fiestas populares, caminan sin respetar el distanciamiento social y no usan su respectiva mascarilla.

En nuestro país se vive una terrible segunda ola, mientras que en otras partes del mundo ya van por la tercera y hablan hasta de una cuarta. También de una nueva cepa y posibles pandemias que azotarían a toda la población. No bajemos la guardia y seamos responsables en todo momento para no solo contar experiencias amargas y tristes; sino también cuidémonos para compartir episodios llenos de amor y esperanza que en tiempos de pandemia puedan genera alegría y fe hacia nuestros familiares y amigos; sobre todo a quienes se encuentran más lejos y a quienes extrañamos abrazar y besar.

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