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Kathy Serrano acaba de publicar “Húmedos, sucios y violentos” (Estruendomudo, 2020),un libro de microrrelatos donde explora la violencia, el placer, la muerte, así como otros aspectos de la contradictoria naturaleza humana.

Las historias de la también actriz y directora de teatro, con humor negro y crudeza, desvelan aspectos sombríos y explosivos de la vida.

Es tu primer libro pero ya has estado publicando en antologías y contando historias en el teatro...

La escritura, como presencia, ha estado desde siempre en mi vida. En todo mi camino, he estado intentando escribir, pero sin darle la disciplina que merecía. Desde hace cuatro años, descubrí el microrrelato gracias a Ricardo Sumalavia, mi maestro querido. Y me enamoré del microrrelato, empecé a escribir, estudiar, leer y dedicarle tiempo. Publiqué en algunas revistas y ahora “Húmedos...”, el primogénito: es una emoción total.

¿Escribiste los microrrelatos pensando en una unidad?

Los que están en el libro tienen entre tres años y meses. Las líneas que tiene el libro me han perseguido en estos cuatro años. Me gusta mucho la muerte, que no se malentienda (risas). Me gusta jugar con ella, siento un placer en humanizarla.

¿Por qué?

Para mí es un misterio porque yo la vi desde niña. Mi papá murió de un infarto, en mis narices, cuando yo tenía ocho años. Dos o tres veces he estado a punto de irme al otro lado: a los 14 años me salvé de milagro; a los 18 tuve un accidente muy fuerte. Casi vi el otro lado, recuerdo o me pareció que eso vi. Una sobrina mía murió a los 18. La muerte siempre ha estado por ahí, presente. Siento una curiosidad enorme de entenderla, de fantasear; si pudiera hablar con ella, le diría ‘vamos a dar un paseo, te muestro cómo es la vida’.

¿Y la violencia?

También me llama mucho la atención. Me hiere, me subleva, me da rabia. Y también la he vivido desde diversos puntos de vista. Creo que no hay ser humanos que no la viva. Somos tan frágiles, vulnerables y, al mismo tiempo, tan violentos, contradictorios. Estamos en 2020, deberíamos ser mucho más sabios con toda la información que tenemos.

La literatura te da un gran nivel de exploración del ser humano...

Sí. Me gusta mucho la condición humana y la contradicción. Es algo muy personal: pienso que las personas decimos una cosa, pensamos otra y hacemos otra. Todo al mismo tiempo. Esa contradicción nos hace únicos y especiales. Esas capas me parecen increíbles, sabrosas, divertidas, como el humor negro.

Esas características son necesarias para personajes de teatro...

A nivel actoral, así como en la escritura, trato de ponerme en el cuerpo del otro. Tratar de iluminar, como decía Peter Brook, la mente del otro y el alma de la obra con una lámpara, como bajar a un sótano y descubrir lo que hay. Tengo conmigo toda la vida y no me conozco: todavía me sorprendo, me asombro de mí misma y las reacciones que puedo tener.

Un misterio...

Somos un gran misterio, así como la vida y la muerte, que es lo único nuestro. Nos olvidamos que la muerte existe y dejamos todo para mañana. Sentimos temor a expresar lo que queremos, depositamos el poder en el otro, que nos van a juzgar. Es una contradicción absurda. Si yo pienso que de acá no salgo vivo, tendría que escribir, actuar, amar, hacer todo lo que quiera, mientras no dañemos a otros. Pero no lo hacemos porque somos muy complejos.

Si bien no se busca concientizar con la literatura, sí hay cierto efecto en los lectores sobre los temas que tocas...

Yo tampoco creo en concientizar. He botado de mi cuerpo cosas que me duelen, como la migración, la violencia contra los niños y niñas. Los he escrito como una necesidad de sacar esos personajes.