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La majestuosidad del Congreso de la República nunca estará en tela de juicio, sin embargo, de un tiempo a esta parte, muchos Bertoldos, Bertoldinos y Cacasenos confunden el Palacio Legislativo con un escondite seguro, desde donde pueden mover los hilos de sus intereses particulares, mandando al tacho la función de representación que les encomienda el pueblo con su voto.

¿Ustedes creen que Yeni Quispe Quiquijana, apresada en Tacna en 2020 por tráfico ilícito de drogas, no buscaba arroparse en una eventual bancada de APP, la agrupación del candidato presidencial César Acuña, quien tendrá plata como cancha pero aún no el expertise para zarandear en un colador a sus pupilos? Por supuesto, y la fiscalía debería apurar el veredicto punitivo de hallarla culpable.

Ahora, pedirle la renuncia a la postulación por Puno es fácil, casi una lavada de manos, al estilo Pilatos; no obstante, la extensión de la interrogante anterior es la siguiente: ¿y qué pasó con los filtros partidarios internos? Aquí ha pasado un elefante por el ojo de una aguja y el escándalo ya toca los niveles de rechazo de cuando Acuña nos quiso hacer creer que “no fue plagio, sino copia”.

Cada Congreso es peor que el otro, suele escucharse en diferentes foros. Lo que debe recalcarse, asimismo, es que la cadena de valor de la elección de estos padres de la patria lamentables tiene un eslabón muy importante: el sufragio, a manos de la población, entre la oferta de las tiendas políticas que, ciertamente, tampoco se preocupan por proponer aspirantes calificados. Una dualidad de culpas.

La flora y fauna de la saga de los “mataperro” y “robacable” es inagotable y sabe Dios qué sorpresa nos traerá el Legislativo del Bicentenario.