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Mañana, 12 de octubre, serán 528 años del descubrimiento de América, el hecho de la historia universal que cambió los paradigmas hasta ese momento vigentes en el mundo. La milenaria tesis Ptolomeo de que la Tierra estaba estática y de que era el centro del universo fue enterrada para siempre, sobreponiéndose, en cambio, la de Nicolás Copérnico –heliocéntrica, luego defendida por el no menos célebre Galileo Galilei- que sostenía que el Sol era centro del cosmos y la Tierra, en cambio, la que giraba a su alrededor, confirmando la redondez del planeta. Los grandes viajes de circunnavegación fueron la demostración irrefutable de este enorme paso dado por la humanidad. El descubrimiento, entonces, en plena Edad Moderna, produjo la primera gran globalización de la sociedad internacional -la segunda, la que vivimos en las últimas décadas-. Pudo haber sido Portugal pero los Reyes Católicos, sobre todo Isabel, tuvieron más perspectiva y osadía que los de la Casa de Lisboa, a pesar de que tuvieron en Enrique El Navegante, fundador de la afamada Escuela de Sagres, a uno de los mayores impulsores de los viajes ultramarinos. España en ese momento no solo se libraba, finalmente, de la invasión de los árabes, afincados por 8 siglos en la península ibérica, sino que a la par de alcanzar su unidad política, emergió como el mayor hegemón de los siglos XV y XVI. Su poder quedó reflejado en el Tratado de Tordesillas firmado con Portugal, dividiéndose el mundo. España cargó en la Niña, la Pinta y la Santa María, además de la religión, el derecho de Castilla, y sus descubridores al servicio de la Corona al contacto con los aborígenes americanos, impusieron el derecho de la conquista, y más tarde, instalado el virreinato, decidieron como régimen el derecho indiano. Aunque no existe conquista en la historia universal que no fuera violenta, América de aztecas, incas, mayas y chibchas tuvo suerte al caer en manos de España que apostó por el sincretismo con los conquistados. Nunca hay que renegar de los procesos históricos, sino concluir de ellos, su mayor y más rico legado: la heterogeneidad de la sociedad americana y peruana, que hoy somos.